Después de la dura columna de Daniel Coronell denunciando el abuso y maltrato del Defensor del Pueblo, Jorge Armando Otálora, a sus subalternos, ayer renunció su Secretaría Privada.
Astrid Helena Cristancho escribió en su carta de renuncia al Defensor, que La Silla obtuvo a través de un tercero, que ya no podía aguantar más maltrato. "Me encontré desde el principio con una inclemente violencia verbal y sicológica, gritos, zapateos, manoteos, amenazas, pataletas, malos tratos en general. Un comportamiento denigrante no solo para mí sino para muchos de mis compañeros", escribe.
Luego dice que tenía la esperanza de que cuando los directivos fueron citados el 17 de noviembre a una reunión extraordinaria, posterior al artículo de Coronel, el Defensor les iba a pedir disculpas.
"Lamentablemente y lejos de cumplirse mis anhelos, me sentí en una encrucijada donde casi que nos sugerían hacer un comunicado respaldando su labor desde el discurso sin sentido de que si hablan mal de usted eso impacta negativamente la labor ardua y sin precedentes de todos los directivos".
Cristancho elogia la labor misional que ha cumplido el Defensor pero dice que ese argumento era inaceptable porque "induce a la gente a pensar, y actuar desde el miedo".
Esta renuncia se suma a la del Defensor Delegado para las Víctimas, Juan Manuel Osorio, quien en RCN Radio dijo que "me fui asqueado, me fui porque no soporté más el maltrato laboral del que son víctimas mis compañeros, mis colegas y del que personal fui víctima yo, me sentía avergonzado de ser parte de la administración y a raíz de un episodio violento, de insultos, groserías y malas palabras dije ¡No más! me tengo que ir y tengo que dejar una constancia de lo que está pasando aquí".
Y a la columna de Juan Diego Restrepo, quien fue el primero en denunciar esta situación de maltrato y a la de Coronel que la recogió y lo volvió un escándalo.
Con todo esto ya no hay duda de que los empleados de la Defensoría necesitan quién los defienda de su Defensor.