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El ex presidente Álvaro Uribe comenzó su campaña en Bogotá. Entre el domingo y el martes recorrió cuatro localidades y se reunió con los líderes más uribistas de cada una para convencerlos de votar por Enrique Peñalosa. Fotos:Santiago Mateus |
Desde el domingo, las palabras y los trinos del ex presidente Álvaro Uribe [1] han estado sonando en los medios de comunicación. Su pelea con el presidente Juan Manuel Santos [2] ha mojado prensa toda la semana y también la defensa a sus funcionarios que hoy tienen problemas con la justicia y a quienes ha ido a visitar. Pero las peleas mediáticas han opacado el hecho político verdaderamente importante: el domingo, Uribe comenzó su campaña en Bogotá por Enrique Peñalosa [3].
La estrategia que mostró en sus visitas a los barrios está definida. Arranca con la promoción de los candidatos a concejales y ediles de la U, para luego convencer a sus seguidores, casi que uno a uno, para que voten por el candidato del Partido Verde y de La U para la Alcaldía.
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Los 'conversatorios barriales' le sirven a Uribe para dos cosas: defender su Gobierno, a sus funcionarios y a sí mismo y de paso invitar a votar por Peñalosa. |
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Uno por uno, Uribe les respondía a sus líderes las inquietudes sobre las dificultades de su sector, pero también la probable solución a los problemas de infraestructura. |
El comienzo no ha sido tan fácil. El lunes Uribe fue recibido en Suba con la frase de “Vinimos por usted señor Presidente, pero Suba con Peñalosa no va”. Y Uribe lo sabe. Se nota por la forma en la que está dirigiendo los “conversatorios barriales”. En este caso, el mini-consejo comunal terminó con algunos convencidos, entre ellos, uno de los hombres que al final gritó: “Si Uribe va por Peñalosa, yo voy por Peñalosa”.
Lograr ese giro le costó dos horas a Uribe. Y aunque ese hombre salió convencido, no fue igual con todos los presentes en el conversatorio.
Las localidades que escogió Uribe son las más populares. Su correría comenzó el domingo en Ciudad Bolívar, luego fue a Kennedy, después a Usaquén y remató la semana en Suba. Ya no son los grandes talleres democráticos con los que comenzó su correría preelectoral en todo el país. Ahora las reuniones son en ambientes más cerrados, con los líderes de los barrios y los candidatos al Concejo y a las JAL. Es una reunión mucho más personalizada, con los líderes uribistas a quienes sienta en mesa redonda con los candidatos para que les hagan las exigencias que quieran.
Uribe preside toda la reunión, invita a la gente a que piense en los temas prioritarios que los concejales y ediles que sean elegidos deben llevar a las corporaciones. Pregunta por pregunta, contesta él y contestan los candidatos.
Pero primero aprovecha para defender a su Gobierno, a sus funcionarios y a sí mismo. Esa es la primera parte de la reunión. La clave es intentar que la avalancha de investigaciones contra su Gobierno no cale entre los asistentes. Que, dicho sea de paso, son los más uribistas del sector en todas las reuniones.
Así ocurrió en Kennedy el domingo. Allí Uribe llegó de una vez con la explicación de su retraso de dos horas. Contó que estaba visitando en el Cantón Norte al ex ministro Andrés Felipe Arias [4]. Expuso toda su política agropecuaria y habló sobre el actual Ministro de Agricultura Juan Camilo Restrepo [5]: “Tan bueno fue el programa de Agro Ingreso Seguro que el actual Ministro, con toda la hostilidad contra nuestro gobierno, lo mantuvo y sólo le cambió el nombre”.
El mensaje que envía es similar al que siempre tuvo como presidente: que él da la cara, que nunca ha cometido una irregularidad, ni algún delito y que quiere que le den la oportunidad de defenderse. Por ejemplo, en Ciudad Bolívar le dijo a la gente que la Comisión de Acusaciones no le permitía defenderse y que lo trataban como un delincuente cuando él siempre atacó a los delincuentes.
Y una vez eleva de nuevo su imagen con la gente, pasa a la segunda etapa: comienza la campaña electoral. “Estamos en la batalla. Sacamos a Peñalosa como Alcalde, ganamos la mayoría del Concejo de Bogotá y el mayor número de ediles. Pero esto está en sus manos, depende de cada uno de ustedes”, les dijo a sus seguidores en Ciudad Bolívar.
La palabra pasa a los asistentes. Uribe hace un listado de temas de ciudad y de quiénes quieren hablar de cada asunto. Con cada inquietud, el micrófono pasa a los candidatos que explican cómo van a solucionar los problemas del sector. Desde los más pequeños, como una casa de la tercera edad en Kennedy que no entrega a los ancianos los recursos para que puedan volver a sus casas en bus y no a pie, hasta los grandes problemas de infraestructura de la ciudad.
Y en cada uno de esos temas grandes, el nombre de Peñalosa sale a relucir. En Ciudad Bolívar, Uribe envió un mensaje a los Verdes. En sus intervenciones se preguntó por qué a los amigos de Peñalosa no les gusta que él esté apoyando al candidato, por qué les da rabia y por qué no entienden que se trata de un apoyo con patriotismo. Y explicó que piensa que se trata de una muy buena opción para Bogotá, que le garantiza a la ciudad que no vendrán más improvisaciones porque Peñalosa ya conoce la capital.
“La Bogotá actual no puede dar más saltos al vacío”, dijo sin referirse a ninguna administración en particular. Pero su carácter combativo e incluso agresivo pronto surgió y pasó a una tercera etapa: la de la defensa de su legado a partir de una comparación con la herencia del Polo. Fustigó a las dos últimas administraciones de Bogotá: “¿Pero es que acaso los revolucionarios no gobernaron a Bogotá durante los últimos ocho años? ¿Los moralistas no gobernaron a Bogotá los últimos ocho años? ¿Y qué dejaron?”. Uribe volvió a ser Uribe el luchador y el que gradúa a sus rivales de enemigos, esta vez de "revolucionarios" y de "moralistas".
Y contrastó a los resultados del Polo con sus propias realizaciones, además de cobrar lo que, a su juicio, hizo desde la Presidencia por la ciudad. Reclamó a quienes se oponen a su apoyo a Peñalosa, que desde su Gobierno siempre apoyó a los alcaldes de turno. Así, le recordó a Antanas Mockus [6] que fue su gobierno el que le dio la plata para el Transmilenio, recordó que apoyó a Luis Eduardo Garzón [7], recordó que respetó el fuero de Samuel Moreno [8].
Esas remembranzas, de paso, le sirvieron para intentar desligarse de uno de los grandes escándalos de la ciudad: el del 'Cartel de la Contratación [9]' que simbolizan los Nule. Le recordó a la gente que desde su Gobierno salió la plata para las obras, pero que nunca contrató a los Nule, que eso lo hicieron las administraciones locales. “En mi larga vida jamás he preferido contratistas ni he perseguido contratistas. Ni los he perseguido, ni los he favorecido. Por eso le doy la cara a mis compatriotas de Bogotá”, les dijo a sus seguidores. Lo que no dijo es que los Nule obtuvieron decenas de contratos con entidades del orden nacional que dependían de él, directa o indirectamente.
Y cuando algunos fieles uribistas que estaban en las reuniones no le creían, utilizó el mismo modelo que experimentó exitosamente en sus consejos comunales. En Usaquén, una señora le decía que no creía en Peñalosa y le enumeró varias de sus críticas al ex alcalde, a quienes los estratos más bajos ven demasiado lejano. La señora se mofó de la capacidad del candidato de enfrentar los temas de seguridad, recordando que hace pocos días el mismo Peñalosa fue víctima del robo de su bicicleta. La respuesta de Uribe fue tomar el celular y marcarle al candidato para que los dos, candidato y líder comunal, pudieran tener una conversación y fuera el mismo Peñalosa quien la convenciera de que es la persona indicada para administrar la ciudad.
Lo que pareció convencer a mucha gente, por lo menos en Usaquén, fue la capacidad de Uribe para responder a cada inquietud. Un líder comunal de ese sector le entregó a Uribe la tarjeta del candidato por el que va a votar, que no era ninguno de los presentes en la reunión, con el argumento de que no quiere ver más políticos porque nunca han cumplido nada en la zona. Uribe le recibió la tarjeta, lo aduló, lo felicitó por su decisión y lo invitó a vincularse al partido. No lo dejó hablar más.
En los conversatorios, Uribe fue el mismo que gobernó Colombia durante ocho años: el líder, el que tiene una respuesta para todo, el que conoce los problemas de la gente, el que no 'se deja' de sus rivales. Y también fue el gran promotor de Peñalosa, el que señala quién tiene su visto bueno, el que defiende a su protegido.
Al final, en todos los conversatorios terminó con lo mismo. Exaltando el fervor electoral y recordando que aunque él no será candidato, “hay que ponerle el mismo entusiasmo”. La pregunta ahora es si su estrategia de ser Uribe en los barrios de Bogotá servirá para que ese entusiasmo lo produzca también Peñalosa.