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Jorge Giraldo Ramírez, decano de Ciencias y Humanidades de la Eafit y miembro de la Comisión de Esclarecimiento del Conflicto creada en la Habana como parte de la negociación con las Farc, critica en su nuevo libro "Las ideas en la guerra" el rol de los intelectuales en la legitimación de la vía armada en Colombia. |
Las ideas en Colombia suelen ser desdeñadas. Tanto periodistas como analistas vivimos concentrados en los sucesos y los personajes detrás de ellos, y poco exploramos la responsabilidad de las ideas que los llevan a seguir un camino u otro.
Sin embargo, como lo demuestra Jorge Giraldo, en su libro recién publicado “Las ideas en la Guerra”, los intelectuales terminan teniendo un rol determinante en la creación de los marcos de referencia con los que se interpretan los momentos históricos y las acciones de los personajes que los provocan.
Este decano de la Escuela de Ciencias y Humanidades de la U. Eafit, y miembro de La Silla de la Paz, hace una dura crítica a aquella intelectualidad colombiana que, con sus ideas, legitimó la lucha armada como el medio principal -casi que único- para reclamar una participación en el poder. La Silla lo entrevistó ayer.
La Silla Vacía: ¿De dónde viene la idea de hacer un libro sobre las ideas en la guerra?
Jorge Giraldo: Este libro nace del impulso que cogí con el informe para la Comisión Histórica porque el trabajo de investigación que hice fue muy grande y quería aprovecharlo. Una de las cosas que menciono sin sustentar en el informe, porque decidimos autolimitarnos a 40 páginas, es que los intelectuales siempre nos mantenemos criticando a los políticos y a los demás, pero nunca nos miramos a nosotros mismos ni el papel que jugamos aquí - y la intelectualidad colombiana jugó un papel muy negativo hasta un poco antes del 90.
¿Por qué lo dice?
Porque, con excepciones, fue muy ideologizada, moviéndose dentro de un marco que favorecía a la lucha armada. Después de los 90 nos dio un ataque académico y se hicieron unos trabajos muy bonitos pero con una neutralidad muy mal entendida. Trabajos muy valiosos pero asépticos en el sentido político de la palabra.
¿Ahora que a partir de la negociación en la Habana se comienza a discutir la responsabilidad de terceros civiles, a qué nivel ubica la responsabilidad de los dueños de las ideas?
Varios niveles. No me metí muy de frente con los políticos de los últimos 50 años que fungieron como intelectuales como lo fueron Alfonso López Michelsen y Belisario. Ambos cumplieron un papel muy protagónico a nivel de las ideas.
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Ayer, durante el lanzamiento del libro en Fescol, Giraldo habló con otro intelectual del conflicto Eduardo Pizarro León-Gómez sobre la responsabilidad de las ideas en la guerra. |
¿Cuál fue el legado de López en ese sentido?
López, en la deslegitimación del Frente Nacional y del sistema político que se construyó después de la violencia. Diez años después se integra al sistema político pero la herencia que dejó de ese período ha sido perdurable. Uno escucha a los viejos librepensadores colombianos repitiendo sus ideas, de ilegitimación del Frente Nacional. Esa visión negativa sobre el Frente Nacional no la construyeron los comunistas, sino los liberales de izquierda.
¿Y Belisario?
Es el padre de la babosada de las ‘causas objetivas’ de la guerra. Uno se lee los discursos de Belisario y cuando se le salían los arranques poéticos decía bobadas como que mientras los campesinos no tuvieran fertilizantes no podría haber paz. Es una idea que los comunistas nunca tuvieron.
Lo que hay en el transfondo del libro es cómo una intelectualidad que no es comunista termina suministrando el arsenal ideológico a las Farc.
¿Aunque usted también es muy crítico de la contribución del Partido Comunista a las Farc?
En el Partido Comunista lo que hay es una tragedia. El Partido durante 60 años se mantuvo entre la guerra y la paz, entre la democracia y el leninismo.
De un lado hay una responsabilidad muy grande del Partido Comunista, sobre todo de Manuel Cepeda y Álvaro Vásquez, que fueron los auspiciadores siempre de la línea dura, de la idea de que más temprano que tarde había que empezar la guerra. Fueron los padres de esa facción que terminó derrotando a los demócratas dentro del partido.
Dentro del Partido Comunista también hubo mucha gente que dio la pelea y terminó derrotada como Juan de la Cruz Varela, que termina mandándole razones a las Farc de que no le dañen la paz que montó en el Sumapaz; José Cardona Hoyos, que arma la gran discusión en uno de los momentos críticos en los 80 y termina asesinado por las Farc; y Bernardo Jaramillo, que fue un hombre que siempre estuvo bajo sospecha de muchos dirigentes del Partido Comunista y de las Farc y que termina asesinado por los paras.
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Jorge Giraldo Ramírez, decano de Ciencias y Humanidades de la Eafit y miembro de la Comisión de Esclarecimiento del Conflicto creada en la Habana como parte de la negociación con las Farc, critica en su nuevo libro "Las ideas en la guerra" el rol de los intelectuales en la legitimación de la vía armada en Colombia. |
De ahí el balance tan lamentable en la que termina la figura de Gilberto Vieira, que intenta durante 30 años de ser el componedor, pero que finalmente no dirige nada, sino que termina arrastrado por esas corrientes.
Es interesante la forma cómo usted percibe la evolución de las Farc, de un movimiento casi subterráneo, a ser parte del Partido Comunista, a volverse un aparato armado.
Los fundadores de las Farc eran guerrilleros liberales que no aceptaron la paz que les ofreció Lleras Camargo y que se encuentran con el Partido Comunista.
Los comunistas estaban muy presionados por el triunfo de la revolución cubana y por los sectores radicales de la izquierda colombiana que estaban dentro de ellos.
La idea de los comunistas al aceptar a los guerrilleros liberales era tener un brazo armado en ‘bajo’, sin darle una gran preponderancia y tratando de evitar que los sectores radicales del partido se les acabaran de ir. En el 65 se salieron los maoistas que se fueron al EPL: estaban amenazados por la figura de Camilo Torres, su preponderancia en la izquierda queda en riesgo. Las Farc se les aparece con una carta salvadora.
Los comunistas se mantuvieron muy tranquilos hasta que sale el gran desafío de los jóvenes comunistas de esa época, que están hoy negociando en la Habana, que es el M-19. La gente que está sentada hoy en la Habana son el M-19 bizarro.
¿Qué quiere decir con eso?
Los que están de negociadores de las Farc en la Habana se construyen como la imagen especular pero contraria al M-19. Estos muchachos estuvieron acicateados porque los del M-19 se salieron de las Farc. Cano, Iván Márquez, Catatumbo, Timochenko, que fueron de la Juventud Comunista, que estudiaron en la Unión Soviética, se propusieron demostrar que podían hacer más que el M-19 manteniéndose en el comunismo. Yo creo que uno de los hilos conductores de esta negociación, es cómo hacer todo para que no se parezca al M-19.
Salvo la idea de la Asamblea Constituyente.
Salvo la Constituyente.
¿En lo que las Farc y el M-19 se parecen, según su libro, es en haberse equivocado en su lectura de lo que vendría después del Estatuto de Seguridad de Turbay?
Estaban equivocadísimos todos. Creían que iba a haber una dictadura, y ellos calcularon que Belisario iba a ganar pero creían que sería un Laureano Gómez recargado.
Ahí se presenta la gran disputa en el Partido Comunista, y es que aunque todos estaban de acuerdo en el diagnóstico, los más doctrinarios, que habían leído a Lenin, decían que una dictadura no se combate con una guerra sino con un frente amplio, con un movimiento democrático y no con un ejército.
Pero el ala dura dice “va a haber una dictadura, nos vamos para la guerra”. Es el ala que termina imponiéndose a pesar de que lo que hubo fue una apertura democrática, amnistía para los guerrilleros, proceso de paz. Es una tragedia.
¿También tenían la idea equivocada, según usted, de creer que había una ‘situación revolucionaria’?
Vieira tenía razón en eso: en el 88 decía que en Colombia las condiciones objetivas de una situación revolucionaria están dadas, no las subjetivas.
¿Qué significa eso en el lenguaje leninista?
En el país había una crisis económica, una situación dificil de gobernabilidad, una incapacidad para controlar la situación de orden público, pero no había quién la aprovechara y uniera las fuerzas para asaltar el Palacio de Nariño. Creo que Vieira tenía razón. Pero con un detalle: quien creó esa situación de desorden e ingobernabilidad no fue la guerrilla sino el narcotráfico. Pablo Escobar es el que logra generar la crisis política que después se va a resolver con la Constitución del 91, no la guerrilla.
Usted dice en el libro que las Farc nunca creyeron en alcanzar el poder por las urnas. ¿Por qué ahora sí creen?
Hay varias cosas. La primera es que ellos se dieron cuenta que a sus camaradas de otros países que llegaron al poder por vía democrática, les fue mejor con los votos que con las balas. Lo segundo, que ellos no reconocen, es que están en una situación estratégica que implica un declive como nunca lo habían visto en la vida, eso los lleva al a negociación. Y una cosa que no se dice mucho, es que algunos de los dirigentes de las Farc se dieron cuenta que la prolongación excesiva de la guerra estaba degradando mucho algunos frentes, algunos mandos, y que eso podía terminar convertido en una banda de delincuentes. Han reaccionado a tiempo para evitar eso.
Usted explica las estrategias ideológicas de las Farc para convencer: el programa mínimo, la impugnación del estado de cosas existente y el repertorio emotivo. Las tres cosas se ven hoy en día en la negociación en la Habana.
Estas tres cosas son estrategias que utilizaron para movilizar a la población y para obtener respaldos amplios que trascendieran las fronteras comunistas y de la izquierda. Con eso intento mostrar dos cosas: en Colombia hubo mucha gente que se engañó, tanto en la izquierda como en otros sectores, creyendo que a lo único a lo que aspiraban las Farc era a ese programa mínimo de una reforma agraria. Se les veía como muy modestos en sus peticiones, reformistas. Fue una miopía, porque es claro que lo que estaban buscando era el poder.
Pero esas estrategias de movilización en un momento como el actual se convierten es en pautas para la negociación. Piensan: dado que no pudimos tomarnos el poder, lo máximo a lo que podemos aspirar es este programa mínimo asociado al programa rural, la participación política.
Para ellos, la agenda de negociación en Cuba es muy coherente con su discurso de 40 años. Es lo que en teoría de negociación se llama el “second best”. Si no nos tomamos el poder, tratemos de obtener estas cosas que que decíamos que podía hacer un gobierno democrático.
¿En ese sentido está bien planteada la negociación?
La estructura de la negociación en ese sentido es inteligente, porque se puede explicar tanto en el lenguaje de las Farc como del Gobierno. Las Farc dicen es lo máximo a lo que podemos aspirar y el gobierno dice es lo que necesitamos para que no se reproduzcan en el futuro. La agenda ha sido exitosa, porque logran traducirla a su lenguaje y a su comprensión del mundo, sin hacer concesiones a su concepción del mundo.
Es interesante que en su libro usted dice que las Farc más que apostarle a los campesinos, le apuestan a los colonos. Sin embargo, la negociación apunta a integrar al mundo campesino al resto del país.
Una parte importante del Acuerdo Agrario tiende a resolver problemas de los colonos, de titulación de tierras, de carreteras, de electrificación. El tema de sustitución de cultivos es de colonos no de campesinos. El acuerdo realmente responde en parte a su base social de colonos, pero también pretende hablarle al pequeño campesino, incluso a medianos campesinos de zonas muy periféricas. Ahí no hay competencia.
¿Usted critica en su libro ‘el lugar común’ de creer que la guerra tiene unas ‘causas objetivas como la pobreza y la desigualdad. Cayó la negociación de la Habana, que tiene como ejes las reformas en el campo y en la participación política, presa de ese lugar común?
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El libro de Giraldo denuncia los 'lugares comunes' que han hecho carrera en Colombia como una forma de darle argumentos y justificar a los que optaron por las armas. Dice que ahora se necesitan nuevas ideas para estabilizar la paz. |
No creo. Puede ser susceptible de incorporarse en un discurso como el de las causas objetivas, pero si uno ve las cosas que se discutían en la Uribe o en el Caguán, no tiene nada que ver. Era alucinante. Una discusión sobre cómo era el sistema financiero, sobre cómo eran los planes urbanos en relación con vivienda, servicios públicos.
Aquí se trata de una agenda muy acotada que busca en el lenguaje del Estado aprovechar la negociación para resolver un problema que no hemos resuelto por otras vías, por el bloqueo que algunas élites han impuesto a las reformas en el campo. Para este gobierno es una posibilidad para generar una inflexión en la política agraria que no se pudo hacer en la Constitución del 91 ni con reformas agrarias.
Usted no menciona en el libro a Álvaro Uribe. Sin embargo, él combatió contra todos los ‘lugares comunes’ que usted critica: la idea de que en Colombia no había cambiado nada en décadas, las causas objetivas, el romanticismo de la revolución.
Uribe fue el más exitoso de los políticos que intentaron construir un discurso distinto pero no el primero ni el único. Otros dos fueron Gaviria y Barco. Como no me quise meter con los políticos sino con los intelectuales no lo menciono.
El discurso de Uribe tenía la gran debilidad de que metía al país en un callejón sin salida, porque nos dejaba sin la posibilidad de reconocer a las Farc como un interlocutor. Ese discurso fue muy exitoso y sigue paralizando el discurso de la negociación. Tiene esa consecuencia que es muy mala para el país.
¿Cuáles son las nuevas ideas que tendrían que surgir para estabilizar la paz después de la eventual firma del Acuerdo?
La primera es que hay que dar una lucha muy grande contra el perfeccionismo. Las sociedades reales son imperfectas, las democracias reales son imperfectas. Colombia es un país en el que siempre hay mucho perfeccionismo y mucho cortoplacismo. Tendría que cambiar nuestra forma de ver los procesos políticos. Eso tiene como correlato adoptar la vía de las reformas como el único camino posible.
¿Impera el perfeccionismo en Colombia?
Es la contracara del ‘aquí no ha cambiado nada’ porque no vivimos en Dinamarca. Pero los únicos que viven en Dinamarca son los daneses. Aquí han cambiado muchas cosas. Esa visión empequeñecedora es porque creemos que el nirvana es posible en la tierra. Las cosas no son así, son lentas. Cuando uno resuelve un problema, se generan dos. O aparece un problema nuevo.
El cortoplacismo, lo ilustra bien Antanas, cuando dice que la guerra ha sido una forma del atajo. La guerra, la revolución, la Constituyente, siempre bregando a ganarnos el baloto. Los procesos sociales son mas lentos, mas trabajosos. Muchos intereses que hay que cuadrar. No todos cuadran ni son todos legítimos.
Pero la principal, sobre todo, es que una bobada que se dijo pero no la hemos aprendido, es que las sociedades son llenas de contradicciones y conflictos y que hay que tratar de resolverlas de todas las formas posibles pero no con balas.
Son ideas muy simples pero llevamos 200 años sin posicionarlas. Se requiere un esfuerzo muy grande para transformar la mentalidad de la población.
Pero estamos mejor que hace 20 años o 40 años.
Tenemos una academia mas seria, una masa crítica de intelectuales más democrática que la que teníamos en los 80, más liberal en el sentido filosófico. Ahora es mucho mas alentador el panorama.
También es alentador saber que hay ideas que preceden los intereses.
Es difícil separar ideas de intereses, pero sí creo que no hay movimientos sin ideas. Las ideas preceden a los movimientos y eso aquí se subestimó mucho. ¿Estos tipos porque están tirando bala? Porque son pobres, porque no tienen tierra, dice la gente. No, porque tenían una ideas. La motivación siempre tuvo una ideas: en los 40 fueron ideas liberales, en los 60 ideas comunistas, en los 80 nacionalistas. Estas cosas comienzan con ideas.
En conclusión, necesitamos nuevos intelectuales.
Bernard Henry Levi, a raíz de los atentados en París, escribió que es muy importante que dentro de los musulmanes surjan las corrientes intelectuales que sean capaces de controvertir el poder de esas otras ideas. Que sea un verdadero movimiento.
¿Es lo mismo que necesitamos acá?
Ya hay muchas semillas.
Profesor, todo iba muy bien hasta que habló de Bernard Henry Levi, un pseudo-intelectual. Por lo demás, investigación interesante.
Acabo de enterarme de que en Colombia las ideas tienen dueño. Y los demás, ¿usurpadores?. Pero entiendo muy bien eso de que 'intelectual' y 'político' sean antípodas (¿Poco intelecto?).
Otro 'lugar común' (del censor de los 'lugares comunes'): Lo mejor es enemigo de lo bueno ("hay que dar una lucha muy grande contra el perfeccionismo"). --> Lo que tenemos es bueno (aunque 'imperfecto', lo cual es normal). --> Entonces, dejémoslo así.
Otro lugar común (de la guerrilla): Hay que aspirar a cura para llegar a sacristán.
Uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con que la guerra de guerrillas en Colombia tuvo algún propósito rescatable. Pero, después de 60 años, ¿cómo se introduce el adjetivo 'cortoplacista'?
El estado busca ¿"aprovechar la negociación para resolver un problema que no hemos resuelto por otras vías? Pero, entonces, ¿sí hay un problema pendiente de solución que es algo más que una 'imperfección' natural, aceptable y llevadera?
¿Cuánta imperfección está bien?
Pensar que las ideas preceden a los hechos, a los “movimientos” es aceptar el concepto filosófico de Descartes “cogito, ergo sum”, pienso luego existo. Es el idealismo cartesiano y platónico. El caso de los comunistas es que son una especie de “cordón umbilical” del liberalismo. El partido comunista colombiano fue fundado por liberales, los comunistas apoyaron a López Pumarejo, luego a Gabriel Turbay y después a Alfonso López Michellsen: Viera era más liberal que Darío Echandía. El M19 fue creación liberal llevando su movimiento a lo urbano en contra del conservador de Marulanda. Las llamadas izquierdas en Colombia siempre han obedecido a una especie de “vaticanos” comunistas ubicados en Moscú, Pekín, Albania y luego en la Habana; allí se encuentran las dirigencias actuales compuestas por jóvenes de esa corriente supuestamente nacionalista en un mundo en el cual ha desaparecido la categoría económico-histórico de “nación” para imponerse la liquidación de fronteras con lo global.