En el barrio Bosque Izquierdo, al oriente de Bogotá, se encuentra el Parque Centenario de la Independencia, o Parque de la Independencia, uno de los parques más antiguos de la ciudad y que es y ha sido hogar de varias obras declaradas patrimonio histórico y cultural. Desde hace unos años, el parque ha sido descuidado y, por las obras de la Fase III de TransMilenio, la situación empeora. Pero la solución que ha ofrecido el distrito para mejorarlo tiene a los vecinos en alerta.
El Distrito anunció que la remodelación del Parque se hará junto a las obras de interconexión de TransMilenio entre la Calle 26 y la Carrera 3. Pero un grupo de vecinos ya se está oponiendo a la remodelación como está planteada hasta ahora porque implica cambiar el espíritu de este lugar histórico y, además, las demoras institucionales y las disputas entre contratistas tienen enredada la suerte del parque.
El destino de este espacio está ahora en manos de Odinsa, el conglomerado que junto con otras empresas está a cargo del aeropuerto El Dorado, la concesión Santa Marta-Paraguachón, la Autopista del Café, entre otros. El conglomerado es liderado por el ex canciller Luis Fernando Jaramillo y uno de sus principales socios es William Vélez.



Varias partes del Parque de la Independencia están deterioradas, incluyendo la fuente (arriba) cerca a la Carrera 5, un proyecto de biblioteca (en el medio) y el Quiosco de la Luz (abajo).
El Parque
El parque fue abandonado paulatinamente hasta que, en 2006, una de las edificaciones que quedaban, el Quiosco de la Luz -una imitación de otro quiosco en Versalles, Francia-, fue restaurada por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural y su operación fue cedida al Instituto de Recreación y Deporte para que montara un “TurisCADE”, un centro de información turística. Pero ese punto de información no se creó y el quiosco también fue abandonado. La idea, de todas maneras, era seguir renovando el parque. Pero el entonces Director del IDRD, José Tapias, dijo que no se podía intervenir sin antes concertar con todos los sectores autorizados, y el entonces Director del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, Gabriel Pardo, dijo que no se había hecho la suficiente planeación para una obra tan grande.
No había claridad sobre quién manejaría el quiosco, que se convirtió en un ejemplo de cómo el parque seguía descuidado pues estaba en un cruce entre entidades y planes diferentes. El IDRD era quien estaba haciendo todas las recomendaciones, pero el entonces Alcalde Luis Eduardo Garzón había sancionado un acuerdo el 27 de febrero de 2007 en el que se le daba el manejo del quiosco al Instituto Distrital de Turismo, dependiente de la Secretaría de Desarrollo Económico, que no se había terminado de crear y no contaba, siquiera, con un director designado.
Además, la Alcaldía ya estaba adelantando el Plan Zona Centro, en el que pretendían dejar planeadas todas las obras de adecuación de los predios aledaños a los nuevos corredores de TransMilenio en esa zona de la ciudad y en el que planteaban reformar todo el parque y rebautizarlo “Bicentenario” para celebrar 200 años de independencia. Así que la suerte del quiosco, y del parque en general, era incierta.
Al año siguiente, en 2008 y ya bajo la Administración de Samuel Moreno, también la Secretaría de Planeación Distrital, en cabeza del entonces Secretario Óscar Molina, entró en la discusión sobre el futuro del parque y otros espacios públicos en Bogotá. Para la Secretaría, todo estaba claro desde la política de “Transformación Positiva” de Samuel Moreno y el Plan de Ordenamiento Territorial. En este plan, la Empresa de Renovación Urbana, ERU, tendría especial importancia en la adquisición de ciertos predios aledaños y en la ejecución de la obra. Además, para ese entonces, ya era claro que la Calle 26 se conectaría con la Carrera 3 a través de un túnel y que el parque se extendería por encima de ese túnel hasta la Biblioteca Nacional y el Museo de Arte Moderno -hoy al costado sur de la Calle 26- devolviéndole parte de su diseño original al espacio.



Las obras de la Calle 26 se tomaron el paisaje del Parque. Polisombras y obreros son una vista común.
El Distrito estuvo interesado en la remodelación del parque desde 2005 cuando, a través del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, contrató al arquitecto Rogelio Salmona para que adelantara el Plan Director del Parque de la Independencia. Además, el Taller de Espacio Público de la Secretaría de Planeación ha estado complementando los diseños, teniendo en cuenta el paso de TransMilenio por esa zona.
Salmona, que quería remodelar toda la zona, conectando el Parque con la Biblioteca y el Museo a un lado, y con las Torres del Parque al otro, murió en 2007. Por eso, el proyecto se estancó, hasta que la Administración Moreno decidió reiniciar el proceso de remodelación, pero con un proyecto nuevo, aunque también centrado en volver a unir el Parque con la Biblioteca Nacional y el Museo de Arte Moderno.
Planeación, el IDU, la Alcaldía y el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural habían pensado en abrir un concurso público para escoger los diseños del parque que tuvieran en cuenta el paso de TransMilenio. Pero el costo de ese concurso era demasiado alto. Así que, en 2008, Planeación le encargó al arquitecto Juan Camilo Santamaría el prediseño de la remodelación del Parque, que tentativamente sería inaugurado en 2010. Esos diseños, que fueron aprobados por el alcalde Moreno en noviembre de 2008, le costaron a la ciudad 60 millones de pesos.
Pero en junio de 2009, el IDU decidió adicionarle el contrato de remodelación del parque (que es de 1000 millones y se pagará con el dinero del Instituto de Patrimonio Cultural) al contratista de ese tramo de la Fase III. Esto causó polémica y fricciones entre el IDU y la Secretaría de Planeación, que no quería que se perdiera su trabajo, ni su inversión.
Pero tantos cambios, sumados a los retrasos de las obras de TransMilenio, impidieron que el Parque se pudiera estrenar para el Bicentenario, como estaba planeado y que todavía la obra no haya arrancado.
En 2009, el Subdirector de Obras del IDU, Aldemar Cortés, dijo que los diseños de Planeación se respetarían. Pero el Instituto le entregó las obras a Confase -una empresa creada por el conglomerado Odinsa junto a Valorcon, una empresa de la familia Gerlein- con el único propósito de licitar en ese tramo de TransMilenio. Confase contrató a otro arquitecto, Gian Carlo Mazzanti, que presentó un proyecto diferente al de Planeación.
Mazzanti, que ganó un premio en la Bienal Colombiana de Arquitectura junto a Santamaría por el diseño del Parque Tercer Milenio en 2006, presentó su proyecto en la separata “Región Capital” de la Revista Semana en agosto del año pasado. Su proyecto prevé la pavimentación de gran parte del parque y de la parte por encima del túnnel, para darle paso a jardineras, senderos peatonales, y la restauración de varias edificaciones del parque, junto a la construcción de algunas nuevas.
Sin embargo, varios vecinos del sector no están contentos con este plan y ya se están movilizando para impedir que la remodelación se dé como está planteada por ahora.



En octubre del año pasado, Mazzanti se reunió con unos 50 vecinos del Bosque Izquierdo y les mostró el proyecto, pero varios salieron defraudados, pues no querían que se pavimentara un espacio donde la vegetación ha crecido durante más de un siglo.
El IDU, además, les mandó un AutoCAD con los planos del proyecto para convencerlos de sus bondades, como los mayores espacios para recorrer y la mayor capacidad para ofrecer espacios y actividades culturales. Pero los vecinos, hasta ahora sólo asociados informalmente, preferirían una remodelación que le devolviera al parque su aire original.
El Distrito no ha logrado ponerse de acuerdo con los vecinos pero, desde hace unas semanas, comenzó a montar los pilotes para construir el túnel de la Calle 26. Por eso Ernesto Lleras, un profesor de Ingeniería de la Universidad de Los Andes y Presidente de la Asociación de Vecinos del Bosque Izquierdo desde 1977, decidió interponer una acción popular contra el proyecto mencionando a Odinsa, a Confase y a las entidades distritales responsables para evitar que el parque se remodele según los diseños actuales.
Según él, el parque, que fue construido sobre el bosque de San Diego, que cuenta con vegetación de más un siglo de antigüedad, alberga un patrimonio ecológico invaluable. “El carácter estético y ambiental del parque sería imposible de recrear en menos de 100 años y varias subespecies de flora y fauna se perderían si el proyecto sigue como está planteado”, dijo Lleras a La Silla Vacía. Además dice que el parque fue originalmente planeado “como un parque íntimo, destinado a la recreación pasiva, a la meditación y a la reclusión” y que el proyecto actual acabaría con todo eso.
Además, en la acción popular, menciona que 14 de los 142 árboles patrimoniales de la ciudad que hay en el parque, entre palmas de cera y cauchos centenarios, han sido tumbados por las obras de Fase III y teme que se pierdan más.
“El proyecto acabaría con parte de la historia de Bogotá” dice. En su opinión, el parque es un reflejo de la aristocracia bogotana de comienzos del Siglo XX, que miraba más a París y al exterior que al interior del país, y sería una lástima perder este documento histórico que registra cómo se ha comportado la clase dirigente del país. Por eso le gustaría reestablecer el espíritu original del lugar.
Lleras se ha dedicado durante los últimos años a recuperar legalmente y a buscarle restauradores a las estatuas y los bustos de poetas que originalmente se encontraban en el parque y que el siglo pasado el ya fallecido Director del Instituto José Caro y Cuervo, José Manuel Rivas, se llevó para sus oficinas.
Sin embargo, su acción no ha prosperado. El Juez Sexto Administrativo de Descongestión le dijo que en la dirección que aparece en la Cámara de Comercio de Odinsa se encuentra un lote baldío y que, por lo tanto, esa empresa no pudo ser notificada de su acción popular. Lleras llamó al Grupo Odinsa y comprobó que allí dan como dirección la misma que él le presentó al Juzgado en el certificado de la Cámara de Comercio de la empresa. La Silla Vacía también pudo comprobar que esa es la dirección que entregan en Odinsa.
Por eso, más vecinos se han sumado y hoy, agrupados bajo la asociación de hecho “Habitando el Territorio” presentaron una coadyuvancia a la acción popular en la que, a las razones ecológicas, suman razones patrimoniales. Piden que se suspendan las obras y solicitan la presencia de la Defensoría del Pueblo y de la Procuraduría en el proceso.
Por su parte, Mazzanti declinó darle declaraciones a La Silla Vacía pues dice haber firmado un acuerdo de confidencialidad con el IDU.
Aun así, las obras de TransMilenio no se han detenido y el director del IDU, Néstor Eugenio Ramírez, está confiado en que podrá entregar la remodelación del parque en agosto de este año.
Mientras tanto, en el Bosque Izquierdo, Lleras y los demás vecinos están buscando crear la Asociación de Amigos del Parque y siguen buscando mecanismos legales para evitar las obras que sienten les arrebatarán una parte de su historia.
Sea como sea, ese parque DEBE estar conectado con el museo nacional y con la biblioteca nacional. Así estaba originalmente antes de que se hiciera la 26, y así funcionaba: como conector en forma de espacio público de emblemas de la ciudad y de la NACIÓN (la memoria - el museo, el conocimiento - la biblioteca, la proyección hacia el futuro - el mambo). La función urbana mayor de este parque supera intereses privados de los vecinos, de los arquitectos o de los contratistas en manguala con los funcionarios. Lo que es cruel es que con la sombra de la corrupción no se pueda encontrar una luz que brinde una solución a todas las situaciones problemáticas. El hecho de que el dichoso tm pase por ahí no significa que los pabellones y esculturas originales no se puedan recuperar, ni que se deba afectar el pequeño ecosistema que se encuentra allí. Un hecho inquietante es que el arquitecto no diga nada; si esto es así es porque algo oscuro se está cocinando.