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Martes Mayo 30, 2023

Le preguntaron al senador Antonio Navarro su opinión sobre la condena a Andrés Camargo, antiguo director del Instituto de Desarrollo Urbano de Bogotá, y dijo que le parecía “un error técnico en el que no hubo dolo, ni intención de enriquecerse, ni de sacar ventajas personales por parte del doctor Camargo, yo creo que de ninguna manera. Me sumo a quienes creen que ahí hay un exceso de la justicia porque no veo el dolo en el comportamiento del doctor Camargo”.

La declaración tiene el valor de ser dada por el mismo senador que hace un poco más de diez años, el 30 de marzo del 2004, hizo el más sonado de los debates alrededor de las fallas constructivas de las troncales de Transmilenio ocurridas –nunca se sabe exactamente por qué- entre otras razones por el uso de un material, relleno fluido, que no sirvió para lo que quienes lo suministraron dijeron que servía.

El periódico El Tiempo del 1 de Abril de 2004 registró así la noticia: “Uno de los señalamientos más serios que hizo el senador Navarro fue el de que durante la administración de Peñalosa el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) fue capturado por Cemex, la firma cementera mexicana que suministró el relleno fluido utilizado en la construcción de las primeras troncales de TM. A lo cual añadió que la Asociación Colombiana de Concreteros (Asocreto) fue utilizada por Cemex como fachada para promocionar sus productos, y que los cementeros financiaron algunas de las campañas políticas de Peñalosa”.

El periodista agregó, en una frase inusual para ese tipo de notas informativas: “Bueno sería establecer la realidad de tan delicadas afirmaciones”. Pues el senador Navarro encontró –según su declaración de ayer- que efectivamente las cementeras “convencieron” a los técnicos de Transmilenio de usar el material, pero que no ve “el dolo en el comportamiento del doctor Camargo”.

Aunque no conozco los detalles del proceso penal que terminó condenando a Camargo, me atrevo a decir que el debate de Navarro fue una especie de “cabeza de proceso” en el caso. Las afirmaciones que se hicieron en el Senado ese día dejaron un dejo de sospecha que condicionó el desarrollo del proceso. De alguna manera el debate se había citado para denunciar un gran caso de corrupción. Iban dirigidas contra el ex alcalde Enrique Peñalosa y el congresista Gustavo Petro llegó a sugerir que el uso del relleno fluido estaba relacionado con la financiación de alguna campaña de Peñalosa, porque las cementeras tenían relación con el Sindicato Antioqueño, una de cuyas empresas –un banco- había hecho algún aporte a la campaña.

Petro también ha dicho que le parece que la condena a Camargo es una injusticia porque en su conducta no hubo dolo.

El recinto estaba abarrotado. La expectativa era grande por las revelaciones que se harían y porque, según dijo el mismo periódico al anunciar la realización de la audiencia, “con las troncales de TransMilenio y las quejas de los usuarios como marco del debate, el senador Antonio Navarro quiere sentar en el banquillo a dos de sus más importantes rivales en la carrera por la presidencia: los ex alcaldes Enrique Peñalosa y Antanas Mockus. Paradójicamente, el moderador del debate será otro potencial aspirante: el uribista Germán Vargas Lleras, presidente del Senado”.

Acompañé a Peñalosa, de quien fui su Secretario de Gobierno, al Congreso y me impactó tanto la vehemencia de los congresistas que hacían las acusaciones y el sabor que quedó en el ambiente que ese día tomé la decisión de nunca más aceptar un cargo público. Recuerdo que comenté que si un error en la toma de una decisión –asumiendo que hubiese habido el error, en el caso de Camargo, que ni siquiera participó en la decisión- costaba literalmente acabar con la vida era un riesgo que no valía la pena tomar. Tuve la sensación de que se estaba cometiendo una enorme injusticia con una persona que se había dedicado durante tres años a tratar de acertar para adelantar una transformación en Bogotá.

Se debieron cometer muchos errores. El de las losas de Transmilenio seguramente el más grave. Camargo no había cometido ningún acto de corrupción pero después de ese debate le quedaría muy difícil sacarse ese estigma. Confié sin embargo que en la justicia quedaría claro lo que para mí era claro, en palabras de Navarro –diez años después-, “que no hubo dolo, ni intención de enriquecerse, ni de sacar ventajas personales”. Desgraciadamente la Corte se negó a revisar el caso.

Desde entonces me cuido de hacer acusaciones de corrupción en contra de los funcionarios. Se cometen muchas injusticias. Conocí a Navarro y a Petro porque debí administrar buena parte de la reinserción de los miembros del M-19 a la sociedad. Ahí los encontré y desde entonces los aprecio y respeto. Sin haber tenido una relación cercana con ninguno de los dos y a pesar de algunas diferencias ideológicas, tengo la certeza de su pulcritud en la administración de los asuntos públicos. Me impactó que cometieran esa injusticia que cometieron con Peñalosa y con Camargo.

Por las mismas razones me parece injusto que se quiera asociar a Petro a un caso de corrupción porque eventualmente un miembro de su familia política hubiera intervenido en la ampliación de los contratos de los operadores de Transmilenio. Ese 30 de marzo de hace diez años, Navarro y Petro, además de las acusaciones sobre la construcción de las troncales, intentaron demostrar que la operación del sistema se le había otorgado arbitrariamente a unas empresas, propiedad de unas pocas personas, que estaban teniendo ganancias exhorbitantes y dejaron en el aire un posible favorecimiento indebido por parte del ex alcalde Peñalosa a favor de esas empresas.

Esas fueron las empresas a las que el Gobierno del Alcalde Petro les amplió el contrato en condiciones que muchos consideran exageradamente favorables a los privados. Todos los días pregunto qué haría el senador Petro con la información que se ha publicado sobre influencias indebidas para favorecer a esos empresarios privados.

Estoy convencido que Petro, a pesar de haber sido un pésimo alcalde, es un hombre honesto. Sus explicaciones me parecen suficientes, su decisión de parar el proyecto del tranvía por la séptima por el eventual interés de su concuñado me parece una conducta para resaltar. Espero que no haya en el Congreso un senador como el Senador Petro que cometa una enorme injusticia con el Alcalde Petro.

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Comentarios - Cada usuario tiene la posibilidad de incluir solo tres comentarios
Lun, 2014-07-21 08:59

Es increíble la desfachatez con la que estos personajes tratan de cobijarse y cohonestar las pésimas actuaciones a su paso por la administración pública. Quién dijo que ampararse en un error técnico en una ciencia fáctica (Ingeniería) es causa eximente de la mediocridad? Las normas de contratación son claras para las obras civiles y si el tipejo no sabe de las tecnologías adecuadas para eso, el IDU debe tener los profesionales idóneos que permitan hacer una obra que responda a las necesidades de la comunidad y no a los intereses de los oligopolios del sector privado.

Lun, 2014-07-21 17:12

"la ingeniería no es una ciencia fáctica" O sea que no se basa en hecho sino en costos... pero el hecho es que el relleno fluido jamás había sido usado para una vía de alto tráfico pesado con las características de la Autonorte, sino en vías secundarias de México, y que el cambio no era de poca monta, y tampoco ahorraba costos. Si el propio director del IDU deja que eso le pase frente a las narices, y no se da cuenta, no debió meterse a administrar. Una decisión es riesgo contra beneficio, y allí se tomo un riesgo grande, una tecnología poco experimentada que por primera vez se usaba en una obra de ese tamaño ¿cual fue el beneficio? ¿para quien? La verdad, me quedo con el debate del 2004, esa decisión que le dió una millonada a CEMEX no pudo ser un simple error. Erda me escache y nadie tuvo la culpa.

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