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Durante la Asamblea de la Conferencia Episcopal en Medellín los obispos discutieron si la Iglesia debería pedir perdón por su participación en el conflicto. |
En la última Asamblea Plenaria del Episcopado colombiano ocurrió a puerta cerrada un episodio que seguramente comenzará a repetirse en diferentes sectores y de cuyos desenlaces dependerá que el proceso de paz –si algún día llega a la firma final- realmente desate un quiebre en la historia colombiana.
En la reunión de la Conferencia Episcopal, que ocurrió en Medellín hace un poco menos de un mes con la presencia de 86 obispos de todo el país, surgió la pregunta sobre si la Iglesia debería pedir perdón al país por su participación en el conflicto armado a lo largo de la historia. Al final, después de un profundo intercambio de opiniones, la conclusión fue no hacerlo.
Como muchos otros sectores de la sociedad –desde los gremios, los maestros o los periodistas- la Iglesia Católica ha jugado un papel en el conflicto armado, tanto positivo como negativo.
“La Iglesia ha jugado un papel positivo con un discurso pro-paz desde hace rato, sirviendo de facilitadores de buenos oficios en todos los procesos de paz, ayudando a las víctimas”, dijo a La Silla Francisco Gutiérrez, uno de los investigadores más reconocidos del conflicto armado. “Pero su pecado original fue haber sembrado las semillas del presente conflicto por una alianza extremista con el Partido Conservador justificando con una posición antiliberal un régimen homicida”.
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Durante buena parte del siglo XX varios jerarcas de la Iglesia no solo usaron los púlpitos para apoyar al Partido Conservador frente al Liberal, sino que incluso azuzaron los ataques de conservadores contra liberales
La actitud más extrema fue la del el obispo de Santa Rosa de Osos, Miguel Ángel Builes, quien en 1931 (en medio de una oleada de violencia menor, que dejó los fundamentos para la Violencia con mayúsucla de la década siguiente) escribió una pastoral que decía "lo que es esencialmente malo jamás dejará de serlo, y el liberalismo es esencialmente malo".
En los años siguientes, mientras la violencia reaparecía con más sevicia, decenas de curas callaron frente a la violencia e incluso se negaban a impartir sacramentos a los liberales. Y el periódico católico El Derecho llegó a titular, en 1949, "Conservadores de todo el país, a armarse"
En esa línea, el sacerdote Fernán González ha criticado que al clima de polarización creado por la Iglesia durante la época de la Violencia, le siguió en los 60, la descalificación a la izquierda.
Dice que esta ideología fue vista por la Iglesia como una amenaza y una contaminación del marxismo, lo cual descalificó a los sindicatos y huelguistas y radicalizó a sacerdotes como Camilo Torres y los curas de Golconda.
Francisco Gutiérrez opina que “mucho del pensamiento católico de extrema izquierda” de curas como Camilo Torres, ícono guerrillero del ELN, y Manuel 'el cura Pérez', jefe durante largos años de esa misma guerrilla, "fue prestado también por la Iglesia”.
Y en la década de los 80, la Conferencia Episcopal guardó silencio frente a las violaciones de derechos humanos.
“Tenemos que pedir perdón porque en lo referente a la violencia nos callamos en vez de hablar con mayor vigor”, dijo Monseñor Leonardo Gómez, entonces Obispo de Socorro y San Gil, cuando en 1999 el papa Juan Pablo II le pidió a su iglesia “postrarse ante Dios” e implorar perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos con el fin de purificar su memoria antes de entrar al próximo siglo.
Por último, está la queja del historiador de la Iglesia Ricardo Arias, que en ese mismo artículo sobre los Pecados de la Iglesia escrito por mí y Olga Lucía Lozano para El Tiempo, dijo que a pesar de haber tenido el monopolio de la educación en Colombia durante el siglo XIX y gran parte del XX, la Iglesia no educó a los colombianos para la tolerancia.
Son varias cosas, entonces, por las cuales la Iglesia Católica podría pedir perdón.
Durante la reunión de la Conferencia Episcopal, los obispos que participaron en la discusión reconocieron que la Iglesia en algunos momentos de su historia había contribuido al conflicto armado.
Los que abogaban a favor de reconocer esta participación, hacer un mea culpa público y pedir perdón, consideraban que hacerlo exaltaría a la Iglesia, le daría aún más legitimidad y además, mostraría el camino a otros sectores para que hicieran lo mismo y se lograra una verdadera reconciliación en el país.
Los que abogaban en contra de hacerlo creían que si bien habían cometido errores, un acto de este tipo eclipsaría todas las buenas acciones que ha hecho la Iglesia a lo largo de la historia.
Obras que, sin duda, han contribuido a aliviar el dolor de millones de víctimas.
Porque un hecho que es notorio a donde uno va como periodista es que en cada pueblo donde hay desplazados, desaparecidos o secuestrados las víctimas suelen acudir y encontrar una mano amiga en algún sacerdote o monja o en la diócesis. Como contó La Silla, Pastoral Social -el brazo social de la Iglesia- es quien hace desde campañas de concientización de derechos humanos hasta asistencia a víctimas del conflicto, pasando por un sistema de información sobre el desplazamiento". Y Héctor Fabio Henao, su director, desde hace años ha defendido la necesidad de reparar a las víctimas del Estado, antes incluso que el gobierno Santos.
La Iglesia también ha sido un puente clave en todos los procesos de paz, con excepción del actual, sirviendo como facilitadores porque en muchas regiones al único actor que suelen respetar tanto guerrilleros como paramilitares como militares y población civil es a esta institución.
Por último, está el trabajo puntual de algunos sacerdotes que como el jesuíta Francisco de Roux, líder del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, han mostrado el camino para el posconflicto y servido de pioneros del enfoque territorial de paz que ahora plantean los acuerdos de desarrollo agrario logrados en la Habana.
Al final, según supo La Silla, el argumento que terminó de inclinar la balanza a favor de no pedir perdón fue el tema de la reparación. Uno de los obispos planteó que para la Iglesia resultaría muy oneroso económicamente si a partir de ese reconocimiento de responsabilidades, terminaban viéndose obligados a reparar a las víctimas.
Aunque refiriéndose al Gobierno y a las Farc dijeron que “se requieren gestos valientes y audaces en el camino de la reconciliación y la paz” cuando les llegó el turno a ellos, la Conferencia Episcopal terminó optando por incluir en su comunicado final una frase más cauta:
“Estamos llamados, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, fieles laicos, e instituciones y todos, hombres y mujeres de buena voluntad a realizar acciones de reconciliación, perdón y paz. Todos debemos ser artesanos de la paz.”
La doctrina política católica es por esencia antiliberal. El Partido Liberal de los 40's era sobre todo anticlerical. Por que se soprende el autor de este artículo de que la Iglesia fuera afín al Partido Polìtico que la protegía (el conservador) y en cambio enemiga del Partido que la atacaba (el Liberal).
Decía cierto campesino indignado de estirpe santafereña que "Lo que se piensa contra la Iglesia, si no se piensa desde la Iglesia, carece de interés". El caso Builes es trillado y acá esta la prueba, que imagino conoce un tipo como Ricardo Arias http://www.revistas.unal.edu.co/index.php/achsc/article/view/44853/46235
El asunto está visto desde una perspectiva a la que le falta información. Builes era Obispo pero no Cardenal, es decir, no era la máxima autoridad en Colombia. También es necesario estudiar el contexto geográfico y de tiempo para tratar de explicar el proceder de los protagonistas. La indignación de las muertes de uno y otro bando generaban una reacción fuerte que impulsaban a la defensa, para preservar la vida, y al ataque, para evitar hechos mayores. Y en ese contexto (defensa-ataque) matar al enemigo es lo que garantiza el éxito o el fracaso y, por ende, la vida o la muerte. Así las cosas, la religión fue una excusa que adhirieron a los colores partidistas, pero no era la causa principal. No excuso a la Iglesia, solo propongo una mirada más amplia del fenómeno y así entender la posición de los obispos.
Los obispos y arzobispos son la máxima autoridad dentro de las diócesis y arquidiócesis y son nombrados directamente por el papa, no por ningún cardenal, y no tienen que obedecer ni al arzobispo de Bogotá ni al presidente de la Conferencia Episcopal ni a ningún cardenal. Y, ante Dios, hacen votos de obediencia; obediencia al papa.
Si aceptáramos la teoría de las manzanas podridas, de las ruedas sueltas, del arzobispo, obispo o cura díscolo y desobediente, que no compromete la posición "oficial" de la iglesia, ¿por qué aquellos arzobispos, obispos y curas incitadores a la violencia no fueron "llamados a Roma"? ¿Por qué no fueron sancionados o removidos de sus cargos y reemplazados por otros más afines a la doctrina de paz y amor, más obedientes?
El cura Pérez y el cura Camilo fueron excomulgados, echados a patadas de la iglesia, como correspondía. ¿Le pasó algo a algún arzobispo, obispo o cura de los que azuzaban a los conservadores a matar liberales por la patria y por Cristo?
La afirmación del campesino indignado define muy bien al autismo: "... intensa concentración de una persona en su propio mundo interior y la progresiva pérdida de contacto con la realidad exterior", que, por fortuna, es cada vez menor en las iglesias, por insostenible.
La teoría del “chivo expiatorio” de René Girard viene como anillo al dedo para explicar la disputa política de moda: "... se busca un culpable y su exterminio para lograr la salvación".
Y ojalá prevaleciera el pensamiento del entonces obispo Concha:
Pero jamás el interés y el celo por el triunfo de un partido político, cualquiera que este sea, podrá justificar la comisión de crímenes. El asesinato será siempre un asesinato, cualquiera que sea el motivo con que se pretenda cohonestarlo, porque el fin jamás justificará los medios; las injusticias y las iniquidades, serán siempre injusticias e iniquidades, porque nunca será lícito hacer el mal ni aun con el propósito de procurar lo que se juzga un bien.
La decisión de la IC es coherente con su condición de parte política activa del Establecimiento y de la clase privilegiada guerrerista. Y marca una pauta indeleble en relación con la dificultad actual y futura de que las otras partes de la guerra interna acepten su cuota de responsabilidad en la misma. Cuando la Iglesia decide no asumirse corresponsable "porque le costaría mucho dinero" no se aparta un ápice de lo que han dicho y dirán los bananeros, los ganaderos y otros tantos cómplices de la guerra. Esta herida seguirá abierta y supurando, y por sus intesticios, la esperanza de paz sostenible se avizora precaria.
De nuevo la Iglesia Católica se lava las manos, como Pilatos, como si no hubieran estado en medio del conflicto para mal o para bien. Creo que deberían pedir perdón por mil cosas, pero en primer lugar por no enseñar la verdad del evangelio, por desviar a las masas a creer en curas y obispos en lugar de mirar hacia Dios. El peor pecado de la Iglesia católica es haber tenido en sus manos a millones de fieles, y haberlos dejado que se perdieran. Y todo porque sus intereses no estaban en el amor, como lo predicó Jesús, sino en el dinero, en la fama y en el propio beneficio de algunos de sus jerarcas.
Es ingenuo, por decir lo menos, imaginarse una iglesia uniforme, con autoridades unánimes y completamente alineadas en una misma conducta. Como cualquier grupo humano, la iglesia católica ha mostrado políticas buenas y malas, prácticas útiles e indeseables. Como la mayoría de los grupos humanos, tiende en general a hacer las cosas bien. Pero en un momento de reconciliación es muy importante reconocer las fallas pasadas de intolerancia porque ello ayuda a la comprensión y a la convivencia. El temor de arriesgar su dinero para no hacerlo es una muestra de mezquindad que las autoridades eclesiásticas deberían corregir para evidenciar que, a pesar de las fallas, admiran la grandeza de alma.
Es decir, pasan de agache, nuevamente. Como lo hicieron recientemente con la pederastia, y antes con ...
No es propio de la iglesia católica, ni de ninguna, reconocer sus errores ni mucho menos sus crímenes. No pueden. Porque si Dios les habla al oído, y si les dijo que "matar liberales no es pecado", solo cabrían 5 posibilidades, a la luz del sermón de la iglesia moderna ("matar liberales, masones, ateos, gais, judíos ... SÍ es pecado"):
- Dios se equivocó o cambió de idea.
- El cura oyó mal.
- El cura oyó otra cosa, pero mintió o abusó.
- El cura era un infiltrado del diablo.
- No es cierto que Dios les habla al oído.
Y aceptar cualquiera de ellas sería catastrófico para la prédica.
Parece un mal chiste eso de que no pidan perdón para no afectar su flujo de caja. Me cuesta mucho creerlo, pero lo que es esencialmente falso jamás dejará de serlo, y las religiones son esencialmente espurias.
Pero se les abona su contrición de corazón y propósito de enmienda. Vale.
Para la época a la que se hace referencia, la doctrina de la Iglesia, no incluía la anuencia que favoreciera la persecución política y mucho menos los crímenes que de esa pugna se derivaban. Dos guerras mundiales fueron un laboratorio cruel que llevó a que se pregonara la paz y el entendimiento. Es cierto que algunos clérigos apoyaron uno u otro grupo y de esa manera parecía que la Iglesia bendecía las armas y alentaba el crimen. Pero actuaban en solitario y en abierta contradicción con el mensaje cristiano. Recuérdese que los dos bandos eran católicos y cuando ejecutaban sus desmanes lo hacían en nombre de una bandera partidista. Creo que le falta mucha información y más análisis.