Que la paz es más que la entrega y silenciamiento de los fusiles es una cosa obvia que la mayoría de colombianos compartimos. Pero esa idea siempre queda en poesía y lugar común. Cada presidente hace llamar paz a la negociación de desarme y desmovilización del ilegal de turno. Y después de las fotos de cada negociación la paz no llega. No llegó cuando nos anunciaron el fin del narcotráfico con el desmantelamiento del Cartel de Medellín, no llegó cuando se desmovilizaron los seis grupos guerrilleros que negociaron con Barco y Gaviria, y tampoco llegó luego de la negociación con las AUC.
Ya que estamos en la buena tónica de aprender de los errores del pasado para no repetirlos, deberíamos aprender de una vez por todas al menos tres cosas: 1. que la paz no se negocia con los armados sino son los desarmados, 2. que el aporte de los armados es dejar las armas e incorporarse a la construcción desarmada de la paz y 3. que sin Estado y sin mercado para las mayorías nunca habrá paz.
Nuestro vergonzoso record de inequidad y todas las negociaciones previas demuestran que las elites y clase política han logrado negociar el desarme con las minorías armadas y han fracasado en negociar la inclusión socio económica y modernización política con las mayorías desarmadas. Las elites y clase política han hecho cada negociación con el armado de turno como quien se quita de encima un estorbo para poder seguir en el feliz mundo del clientelismo, la exclusión, el Estado a medias y el mercado para ellos. El problema simplemente se reduce a las armas de los ilegales y con que las entreguen basta.
Si el Presidente Santos de verdad quiere pasar a la historia, su tarea no es repetir la fracasada monoreceta de desmovilización=paz sino tener la capacidad de adelantar dos negociaciones distintas y paralelas, una de desmovilización con la minoría violenta de las Farc y otra de construcción de la paz con las mayorías desarmadas.
Esa doble receta nunca se ha logrado con éxito. Lo que se ha intentado es negociar la desmovilización obviando la paz, ó negociar la paz a cambio de la desmovilización de una minoría violenta, dejando a otras por fuera. Esos dos viejos caminos han fracasado por una simple y obvia razón: La paz de las mayorías NUNCA saldrá de la negociación con una minoría violenta y despreciada, ni con las Farc ni con ninguna.
Para ningún colombiano es aceptable que nos pongan a hacer fila detrás de las Farc para negociar la paz. No puede el Gobierno confundir peras con manzanas, o para ser más concretos no puede confundir matones con ciudadanos.
La agenda del fin del conflicto armado con las Farc es con sus matones, la de la paz es con los ciudadanos. Y esas dos agendas pueden coincidir en el tiempo, pero no deben mezclarse ni en contenido ni en interlocutores, so pena de someter a los ciudadanos a la infame posición de hacer fila detrás de los matones de las Farc. Si las Farc quieren hacer parte de la agenda de la paz, que dejen primero las armas.
Con las Farc sólo puede negociarse aquello en lo cual ellos tengan algo concreto que aportar y la sociedad colombiana algo concreto que ganar. Es obvio que en tres de los cinco temas de la agenda acordada con las Farc (fin del conflicto armado, la reparación a las víctimas y el narcotráfico) ellos tienen mucho que aportar y nosotros mucho que ganar: menos niños reclutados, menos minas, menos secuestros, menos violaciones, menos ataques y menos coca.
El punto de participación política es el tema obvio en cualquier negociación con una minoría violenta pues se trata justamente de que dejen las armas por las urnas. Ese punto además es el reconocimiento de un doble fracaso: el de la clase política por haber asesinado a los socialistas y comunistas en vez de confrontarlos en las urnas, y el de las Farc por haber promovido sus ideas con violencia.
Pero el punto del desarrollo rural debería ser un tema de la agenda de paz no de la agenda con las Farc. Aceptar de entrada ese punto en la negociación con las Farc es una vergüenza nacional que confirma el desprecio histórico de las elites por la Colombia rural, por los millones de colombianos que han expelido a la periferia abandonados a su suerte en manos de gamonales, guerrilleros, paramilitares y narcos. Para ellos nunca ha habido Estado ni mercado, sólo bandidos y oportunistas. ¡Es vergonzoso que hayamos permitido que narcos, paramilitares y guerrilleros se legitimen a costillas, literalmente a costillas, de la Colombia rural!
Hoy queda claro por qué Juan Manuel Santos se distanció de su antecesor en temas claves como el reconocimiento del conflicto armado, la reparación a las víctimas y la restitución de tierras; lo hizo para abrirle paso a esta negociación.
Si las decisiones de Santos en esos temas fueron meros signos hacia las Farc o hicieron parte de las negociaciones que ahora se conocen, es algo que revelará la historia. En cualquier caso, es claro que el Presidente no llega a esta mesa por improvisación sino por cálculo. Pero en su cálculo por ahora sólo están las Farc y su reelección. Nuestro lugar, el de las mayorías ciudadanas desarmadas, aún no hace parte de sus cálculos.
Lo que se juega en este proceso señor Presidente no es su lugar en la historia, no sea tan ególatra. Lo que está por jugarse es el papel de su gobierno y de las mayorías desarmadas y no representadas por la clase política, en la construcción de la paz. Y eso, señor Presidente, todavía no hace parte de sus cálculos.
No se equivoque otra vez como en la reforma a la Justicia, no subestime a las mayorías ciudadanas. No estamos pidiendo pista en la mesa con las Farc, no es a esa mesa a la que pertenecemos. Ni estamos esperando a que sus consejeros nos movilicen a aplaudir esa mesa y apoyar su reelección.
En realidad no estamos esperando nada distinto a que usted se decida a llegar. A llegar a la movilización ciudadana para construir inclusión socio económica y modernización política, para construir estado y mercado para todos.
En últimas, lo único que estamos esperando es que usted y su pírrica unidad política de congresistas lleguen a la agenda de las mayorías ciudadanas por la paz.
Claudia, qué columna. Es de las mejores tuyas que he leído. "...para construir inclusión socio económica y modernización política, para construir estado y mercado para todos."
Hasta que la eliminación de la desigualdad no sea un proyecto nacional no habrá es nuestro país. En eso tienes toda la razón.
Es un avance del periodismo "independiente" pero siguen dominados por la guerra mediática que demonisó a la Insurgencia. El 3er considerando de los dddhh consagra el derecho a la rebelión contra la tiranía y la opresión. En Colombia la opresión tiránica es contra el Pueblo rural (Indígenas, afrodescendientes y demás Campesinos) para despojarlo del suelo y controlar los recursos del subsuelo. Eso generó una resistencia legítima de la cual una pequeña aparte optó por las armas. Santos ha renunciado a someter la resistencia civil con masacres y masivos asesinatos selectivos, esa es su diferencia con Uribe, sabiendo que no se puede detener su ascenso en organización y reconocimiento, que hoy ya le brindan los Periodistas y Académicos consecuentes, optó por negociar inicialmente con la Insurgencia, pero lo grande viene cuando tenga que aceptar a la resistencia civil en la mesa. Vean este enfoque en: http://hernanpardosilva.blogspot.com/
*no habrá paz
La afirmación clave de todo el texto: "sin Estado y sin mercado para las mayorías nunca habrá paz". O si no, que lo digan Guatemala o El Salvador: ¿la dejación de armas y desmovilización de insurgentes llevó la paz a esos países?
Todo el pueblo está de acuerdo con la negociación que es sinónimo de paz; las dudas sobre el proceso y sobre la conveniencia del mismo son sólo de una minoría fascista. Convencidos todos de eso señora López.
Es rara la vocería de las "mayorías" que se atribuye López en esta columna. Su voz ya no es la de una analista política, sino la de una política a secas.
A algunos nos hará falta la Claudia López analista.
El escrito está desenfocado. El desenfoque reside en el significado mismo del concepto de paz. La paz es el antípoda de la violencia, de la guerra. Por tanto, deben pactarla y buscarla quienes están en guerra. En este caso, el Estado colombiano con los grupos ilegales que planean y ejecutan actos violentos que afectan a toda la población civil que entre otras cosas no le da visto bueno a esas acciones armadas e irracionales. Otra cosa son las soluciones que necesita la población a la mayoría de sus problemas económicos, sociales, ambientales, de salud y educativos que el Estado debe resolver. Sí hay error del Gobierno colombiano en tener como interlocutor a las FARC para discutir y tomar medidas contra la problemática del ámbito rural. Se está parcialmente reconociendo que la guerrilla tiene carácter social o expresa el descontento de los campesinos, indígenas, etc. Pero, como lo dijo SANTOS, la paz se hace con los enemigos.
De acuerdo en que hay un desenfoque. Proponer que lo que lleva al gobierno a buscar el fin del conflicto es simplemente la egolatría de Santos no es una crítica seria sino una frase efectista y tendenciosa. ¿Error de cálculo?
Pero, Kathy y Juan Manuel, la paz no solamente es bajarle a la violencia.
¿Qué paz siente un campesino que no tiene el dinero diario para mandar a su hijo al colegio? ¿o el qué debe caminar por trocha horas para ir al médico?
Yo siempre he pensado que la guerra en Colombia es política, es más, mi espíritu se siente herido al ver que las Farc finalmente consiguieron torcer el brazo del Estado a punta de plomo y abiertas violaciones a la dignidad humana. Sin embargo, eso no oculta el hecho de que la negociación es necesaria.
Ahora, ¿qué negociación? la de entregarse las dádivas políticas: la de los guerreristas.
Yo siento que se están repartiendo el país -otra vez-. Creo que, como raro, se le da la espalda a la ciudadanía. A las víctimas. Al desarrollo. Las Farc saldrán, y ese vacío que quede, lo llenarán neoparacos, narcos o el ELN. No el Estado.
Exelente planteamiento el de Orwelliano; tambien adhiero.
Pero la apreciación sobre las Farc es tendenciosa, pareciera influenciada por la guerra mediática. La resistencia es contra los Señores de la guerra que en Colombia continúan acumulando por la fuerza aliados a la élite tradicional. Mafiosos y oligarcas que están enfrentando su propia lucha y el rechazo mundial.
La resistencia es armada en parte, lo suficientemente fuerte para sentar a la mesa al Gobierno, pero la resistencia civil es la que define. La lucha se concentra en la zona rural porque su principal botín es el suelo y el control del subsuelo. En las ciudades la izquierda, potenciada por una parte comprometida de la Academia, lo está entendiendo por que han logrado comunicación con un Pueblo rural cada vez mas movilizado y organizado. Porque es el Pueblo rural (indígena, afrodescendiente y campesino) el que está sometido a la opresión tiránica que justifica su rebelión. Detalles en: http://hernanpardosilva.blogspot.com/
Ciertamente los cambios requeridos por nuestra sociedad no pueden ignorar los cambios en el entorno. Sin embargo siempre habrá algo útil que puede hacer cualquiera que desee mejorar la sociedad. No es fácil ni rápido ni sencillo. Por eso es imperioso el conversar con otros, el preguntarse por métodos de comunicación eficaces que ayuden a vislumbrar consensos mayoritarios en asuntos de interés, acuerdos que hagan sentir al ciudadano su fuerza, su poder. No deja de haber un fondo de verdad en la desgastada frase de la vieja izquierda: "El pueblo unido jamás será vencido" No sirve para nada unir la queja con la impotencia, promover el odio con la frustración. Creo que foros como el promovido por la Silla Vacía tienen un poder que desconocemos y podríamos potenciar. ¿Cómo unir deseos y fuerzas para construir algo de la paz que requerimos con urgencia?
Qué análisis tan lúcido. Adhiero plenamente.
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