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Enrique Peñalosa es un enamorado de la ciudad. En esta campaña, también ha hecho campaña en bicicleta. Foto cortesía de RisaraldaHoy.com |
Enrique Peñalosa suele andar con una caja de colores. Pinta la ciudad con la que sueña, la que tiene en la cabeza hace años, la que trató de crear cuando fue alcalde de Bogotá entre 1997 y 2000, y la que quiere terminar de hacer si es reelegido algún día o incluso si logra la Presidencia este año. Tener una idea tan clara de la ciudad en su cabeza es su gran virtud. Pero también es su gran talón de Aquiles. Especialmente en este momento, en el que los escándalos que golpean a las campañas de los dos rivales que puntean en las encuestas le han abierto un espacio para revivir su candidatura presidencial y le exigen una respuesta esencialmente política.
Toda la gente que conoce a Peñalosa sabe de su obsesión con esa visión que tiene para la ciudad. Hace alrededor de diez años estaba en el balcón de un apartamento que tiene en Cartagena dibujando la fachada de la casa, cuando el amigo con el que estaba le preguntó cómo se imaginaba la Bogotá de 2020. Peñalosa no le contestó, se la pintó. Le explicó por dónde iría la ruta del metro, el metrocable a la Calera, dónde construiría un parque público… “Un líder es la persona que sueña en grande y tiene la posibilidad de ejecutar ese sueño. Ese es Peñalosa. Es un maníaco con una misión”, dice su amigo.
En sus viajes, Peñalosa mide el ancho de los andenes y los compara con el espacio que tienen los vehículos para circular en las calles. Cuando camina por Bogotá, no deja de quejarse de los afiches en las paredes, de los postes de luz que no funcionan, de los árboles que están torcidos o a punto de podrirse. Desde que perdió en 2011 la Alcaldía frente a Gustavo Petro, pasaron pocos días durante mas de un año sin que le criticara algo en twitter al Gobierno distrital.
Otra persona que lo conoce bien dijo a La Silla Vacía que su obsesión con la ciudad, a veces, se parecía un poco a la locura. Todo lo que lee, todo lo que habla, todo lo que piensa y sueña gira alrededor de esa ciudad deseada. “La mayor ambición de Peñalosa sería ser Alcalde de Bogotá durante 20 años consecutivos”, dijo una persona que trabaja con él y que, como otras, prefirieron no dar su nombre.
Desde que decidió en esta campaña aspirar a la Presidencia, la pregunta que permanece es si esta postulación, cuya posibilidad de prosperar depende de que en esta última semana pueda atraer tanto a los uribistas como a los antisantistas que asqueados por los escándalos que afectan a las campañas que puntean le apuesten a la tercería antipolítica que propone Peñalosa, no es sino otro camino –aunque más largo- para volver a manejar los destinos de la ciudad.
“Hay gente que comenta en la campaña que a veces parece que en realidad no quiere ser Presidente”, dijo a La Silla una fuente de su campaña. Su hija Renata, que lo está acompañando en esta campaña, dice que no es cierto, que lo que pasa es que su papá no se va a salir de su idea de hacer una campaña limpia, sin peleas ni adjetivos en contra de los otros aspirantes para ganar.


Enrique Peñalosa Londoño heredó su pasión por la ciudad de su papá, que en esto, como en otras áreas de su vida y de su personalidad, lo marcó profundamente. Enrique Peñalosa Camargo fue uno de los ocho hijos del entonces director de la imprenta nacional. A pesar de haber crecido sin dinero, ocupó posiciones destacadas: embajador ante las Naciones Unidas, Ministro de Agricultura, gerente del Incora, primer director de las Corporaciones Autónomas Regionales y Concejal, entre otras.
Como Ministro de Agricultura de Carlos Lleras Restrepo, Peñalosa Camargo impulsó la reforma agraria de finales de los años sesenta. Aunque limitada, (el historiador Marco Palacios calcula que en treinta años de vigencia de la reforma agraria, sólo 63 mil familias recibieron algo más de un millón de hectáreas en total), el sólo intento, llevó a que los terratenientes la boicotearan o se aprovecharan de ella para desembarazarse de malas tierras. El escándalo que le montó el entonces senador Nacho Vives terminó de aniquilar su carrera en Colombia, pues a pesar de haber sido absuelto jurídicamente, el papá de Peñalosa se acabó políticamente.
A Peñalosa hijo, el escándalo lo marcó de diferentes formas. Resintió la injusticia y algunas personas cercanas atribuyen a ese incidente la antipatía que siempre sintió por los políticos tradicionales. Una antipatía que tuvo un paréntesis en la campaña a la Alcaldía de Bogotá del 2011 en la que hizo alianzas con todo el establecimiento político, incluido el expresidente Uribe y su partido de la U, uno de los más comprometidos en el Cartel de la Contratación. Pero que en la campaña presidencial actual volvió a ser muy evidente.
En esta campaña, Peñalosa decidió desde un principio que su alianza sería con los ciudadanos y desdeñó las estructuras que tiene la Alianza Verde en las regiones, como concejales y ediles. Estuvo en términos generales alejado de los políticos, aunque algunos de ellos, como el senador Camilo Romero, sí movieron a su gente en los departamentos. Cuando llegó el momento de nombrar a su fórmula vicepresidencial desechó todos los nombres de políticos que recibió y optó por una técnica como Isabel Segovia, experta en temas de educación. Todas decisiones fieles a su idea de cómo hacer una campaña pero que le costaron políticamente y que no lo catapultaron en las encuestas, donde aparece que solo lo conocen en las ciudades intermedias y grandes.
Este desprecio por los políticos tradicionales también tiene raíces en su infancia, porque en los años en que su papá fue gerente del Incora y él era un niño en el colegio Gimnasio Campestre de Bogotá, sus compañeros lo molestaban porque su papá le estaba “incorando” las fincas a sus familias.
Pero sobre todo, el escándalo que rodeo a su papá lo afectó porque a raíz de eso, Peñalosa Camargo fue nombrado Embajador de Colombia ante las Naciones Unidas y Peñalosa, con 15 años, se fue a vivir a Estados Unidos con su papá y sus hermanos.
En Estados Unidos entró a estudiar a la Universidad de Duke becado como futbolista. Su vida ‘americana’ y su formación académica como economista forjaron su visión sobre la ciudad y sus nociones de igualdad, que él ha escogido como los ejes de su trayectoria política y también de la actual campaña presidencial. “Desde muy niño, yo estaba obsesionado con el tema de la igualdad y el desarrollo económico”, dijo Peñalosa a La Silla Vacía. “A los 13 años estaba convencido de que el socialismo era el camino. Soy mucho más de izquierda que los señores del Polo Democrático”.
Sin embargo, en la universidad entendió que había subestimado la ineficiencia del sistema socialista que había llevado al fracaso del socialismo y que el desarrollo económico iba a llegar tarde o temprano. Fue entonces cuando se convirtió al capitalismo y se apasionó por el tema urbano.


Foto cortesía www.periodismosinfronteras.org
En la pasada campaña por la Alcaldía Peñalosa se alineó con la derecha y evocó con frecuencia a Dios y a su matrimonio de treinta años. Por eso, el mayor temor cuando arrancó esta campaña era que terminara nuevamente aliado con Álvaro Uribe. Sin embargo, una de las primeras movidas de Peñalosa Londoño, que se ha visto a sí mismo más como un hombre liberal de centro izquierda, fue nombrar a Claudia López, una acérrima antiuribista, como su coordinadora programática.
Como lo dijo en una entrevista con el diario El Colombiano, "el eje de cualquier actividad pública en Colombia hoy tiene que ser una sociedad más igualitaria, más sostenible en lo social y en lo ambiental. Una nueva izquierda. La izquierda antigua es un inmenso error. Encontramos el fracaso del comunismo porque la estatización tiende a generar una inmensa ineficiencia, peores jerarquizaciones y segregaciones. La discusión sobre la distribución del ingreso que hacen los economistas es realmente carreta, porque en realidad no hay maneras prácticas de cambiarlo".
Peñalosa está convencido de que el mercado por sí mismo es el mejor y más eficiente vehículo para generar riqueza, pero al mismo tiempo está activamente en contra de los privilegios. “Buscar la igualdad sí es dar una cantidad de peleas, como darle al transporte público prioridad en el uso vial, impedir que se privaticen las playas, o hacer megabibliotecas”. Estas fueron la clase de peleas que dio cuando era Alcalde de Bogotá.
Estas dos posturas le generan a la vez antipatía entre los sectores de izquierda, que desconfían del mercado y que han criticado que algunas políticas de Peñalosa han terminado favoreciendo sobre todo a los ricos, como su resistencia a hacer cobros de plusvalía, o sus modificaciones del Plan de Ordenamiento Territorial para urbanizar parte de la reserva forestal, o la privatización de la empresa de energía; y también genera antipatía entre las clases altas, que están acostumbrados a los privilegios. Un ejemplo pequeño pero diciente fue cuando decidió que la carrera 9 con calle 82 debería ser de una sola vía y los socios del Gun Club lo tomaron como una ofensa, pues después de eso tenían que hacer una vuelta más larga para ir a almorzar. O su decisión, que aún no se ha finiquitado, de obligar al Country Club a entregar la cancha de polo a la ciudad para convertirla en un parque público.
La idea de igualdad que maneja Peñalosa se resuelve a través de los bienes públicos. Peñalosa está convencido de que hay que compensar con bienes públicos las deficiencias que tiene la población en lo privado. Es decir, ofrecer unos bienes y servicios de alta calidad que pongan a ricos y pobres en circunstancias parecidas, por lo menos cuando están en el espacio público. Si viven en una casa estrecha, poder gozar de un parque y una buena biblioteca como lo hacen los bogotanos más acomodados en clubes, colegios o los jardines de sus propias casas. Si no tienen carro, ir en un bus igual o más rápido, porque el transporte público tiene un carril preferencial. Caminar por un andén sin miedo a ser atropellados, tener acceso al verde, un bien cada vez más escaso.
“El desarrollo implica una mejor manera de vivir, no ser más rico”, dice Peñalosa. “Es la vida civilizada, que estemos afuera, no encerrados en los centros comerciales, que pintemos, que hagamos caminatas por los cerros, eso es lo que hace que una sociedad sea más feliz y más civilizada. El objetivo verdadero es vivir mejor. Y la ciudad es un medio para una manera de vivir. Ese entorno físico determina cómo vive la gente”.
Ahora que aspira a llegar a la Presidencia, el eje de su discurso sigue siendo la felicidad y la igualdad. "El fin de una sociedad es una manera más feliz de vivir. Si encontráramos un megapozo petrolero, que multiplicara por cuatro el PIB, tendríamos la misma corrupción, criminalidad, los mismos niños no deseados y no seríamos mucho más felices. Aunque suene un poco agresivo, se trata de aprender a vivir mejor, de una manera mas igualitaria y más civilizada", dijo a La Silla en la primera entrevista que dio después de ganar la consulta interna.
"Mi pasión, mi sueño, aunque suene cursi, es hacer una Colombia más feliz y mas igualitaria, y eso implica proteger nuestras selvas, que los niños estén en parques, en colegios maravillosos. La igualdad siempre me ha movido en política. Porque sentirse inferior o excluido es uno de los mayores obstáculos a la felicidad y al mismo tiempo, es uno de los obstáculos que la sociedad más puede contribuir a superar."
Esta retórica alrededor de la felicidad y la igualdad la aterriza en dos postulados: el primero, hacer efectivo que los ciudadanos sean realmente iguales ante la ley, y la consecuencia de esto: que el interés general prevalezca sobre el particular. "Esto hace posible que cuando sea necesario se utilice la expropiación remunerada para hacer carreteras que no se demoren 20 años por un lote. Impedir que se privaticen las playas. Que los buses tengan prioridad sobre los carros", dice. El segundo, la igualdad de calidad de vida. "Aún con el capitalismo más rabioso, es posible propender porque todos los niños tengan acceso a jardines infantiles de calidad, a clases de música, piscinas, a campos deportivos, parques, actividades culturales. El Estado puede ser más eficiente en esos campos."
Peñalosa siempre ha pensado la ciudad (y ahora el país) alrededor de los ciudadanos más vulnerables: los niños, los viejos, los que se movilizan en silla de ruedas. Por eso, durante su administración construyó más de 250 kilómetros de ciclo-rutas, 1.100 parques que según la Encuesta Bienal de Culturas son hoy uno de los espacios más apreciados por los bogotanos, ocho jardines sociales de lujo para niños estrato uno, tres megabibliotecas y el sistema de Transmilenio que en su momento redujo los tiempos de movilidad en casi un 20 por ciento, entre otros proyectos.
También hizo una gran inversión en la desmarginalización de barrios pobres a donde llevó servicios públicos y calles pavimentadas, y en educación, pasando durante su administración de una proporción del 60 por ciento educación privada (normalmente mala) a solo 30 por ciento privada y el resto pública y de mejor calidad.
“Hay que hacer una ciudad para la gente, con aceras, con espacios peatonales, con parques, con excelente transporte público, con belleza”, explica Peñalosa. “Me decían que era un decorador de ciudad y no me importa. ¿Por qué no usar los mejores arquitectos, por qué no hacer obras que enaltezcan al ser humano, que reflejen que el ser humano es sagrado?”
Los admiradores de Peñalosa aprecian en él la cualidad, a veces escasa en los colombianos, de pensar cosas en grande. Y la razón de que él lo haga así es que el candidato considera que las cosas ordinarias no le dan un carácter a una ciudad, ni le dan felicidad a nadie. Solo las cosas verdaderamente bellas. Es un discurso que en esta campaña Peñalosa ha intentado proyectar al resto del país, bajo la lógica de que el 80 por ciento de los colombianos viven en ciudades. "Así me condenen por preocuparme por el tema urbano yo creo que eso debe ser la prioridad", afirmó a La Silla. Pero no ha sido un discurso fácil de vender por fuera de las grandes ciudades.

Pocos casos sirven mejor para entender la forma de gerencia de Peñalosa -lo bueno y lo malo- que su aproximación a la Calle del Cartucho cuando era Alcalde.
La Calle del Cartucho, a pocas cuadras de la Casa de Nariño y el Palacio Liévano, era uno de los focos de criminalidad y consumo de drogas más grandes del país. Era una ‘olla’ gigante, con niveles de corrupción policial proporcionales a los de los delincuentes que operaban desde allí. Además de su extrema pobreza, El Cartucho era uno de los principales escondederos de armas, de delincuentes y hasta de secuestrados. Se calcula que en estas 20 manzanas vivían unos 2.500 indigentes. Era un problema que parecía insoluble. Pero no para Peñalosa.
Durante su administración, Peñalosa manejó la teoría, y la aplicó, de que había que comenzar por los problemas más difíciles porque, una vez resueltos, era fácil convencer a la gente de que los más sencillos también se podrían superar. Por eso arrancó el Transmilenio por la Caracas, que era donde las mafias del transporte oponían mayor resistencia a cualquier transformación en la movilidad. El Cartucho era todo un reto para el Alcalde.
Peñalosa decidió convertir El Cartucho en un gran parque, “donde los niños tocaran violín” y no escatimó esfuerzos para lograrlo. Con la Policía y hasta helicópteros armados, desalojó a los habitantes que no querían reubicarse, tumbó las casas con buldócer, compró más de 600 terrenos y, al finalizar su administración, entregó el parque Tercer Milenio, con una escultura inmensa de Eduardo Ramírez Villamizar, un espacio amplio para que los niños jugaran, caminos para los enamorados, en fin. Un nuevo referente para la ciudad que le mejoró considerablemente la cara al centro.
Después de una inversión de más de 150 mil millones de pesos, El Cartucho desapareció. Pero casi inmediatamente retoñó en más de mil ollas desperdigadas en las veinte localidades.
La inversión social en la rehabilitación de los indigentes y las oportunidades de otra vida económica para los habitantes de El Cartucho no fueron prioritarias para Peñalosa, como sí lo fue la revolución física de la zona. A la administración de Antanas Mockus le tocó iniciar un plan de vivienda prioritaria para atender el problema social del Cartucho que seguía –y se puede decir que sigue– sin ser resuelto.
“Es que Peñalosa es un gerente y a los gerentes la democracia les estorba. Un político construye con los demás”, dijo una persona que trabajó en la Administración de Mockus y que conoció de cerca todo el proceso del parque Tercer Milenio.


Peñalosa es un gerente eficiente y efectivo. Eso lo reconocen los que lo quieren y los que lo odian. Quienes han trabajado con él lo quieren de verdad. Peñalosa es caluroso y respetuoso con la gente que lo conoce y absolutamente torpe y hostil con todos los demás. “No resiste la mediocridad”, dice una de las personas que lleva años trabajando con él. “No tiene filtro”, dice otro. “Va diciendo lo primero que se le ocurre”.
Durante su administración, Peñalosa se rodeó de la gente que consideraba más apta para el cargo. A la mayoría ni los conocía. Varios de ellos dijeron a La Silla Vacía que una vez Peñalosa les ofreció el cargo les preguntó a quiénes consideraban buenos para las otras vacantes. Y que los nombres dieron fueron los que quedaron.
Una anécdota que uno de ellos contó tiene que ver con Sergio Regueros, el Gerente de la Empresa de Teléfonos de Bogotá – ETB, durante la primera administración de Mockus. En el automóvil, rumbo a la entrevista, Peñalosa dijo que Regueros ‘era un cretino’ –un adjetivo que él usa con frecuencia para referirse a otros– y que no sabía nada. Pero cuando llegó y Regueros les hizo una presentación de varias horas, Peñalosa impresionado con su conocimiento del sector concluyó que había que dejarlo en el cargo. Así la ETB, que era la joya de la corona en ese momento, quedó en manos de alguien a quien Peñalosa no le debía nada.
Entre sus colaboradores había una gran cohesión de grupo y una gran admiración por el conocimiento y liderazgo de Peñalosa, que delega y revisa, pero confía en su equipo. Y ejecuta. La mayoría de ellos aún lo acompañan. Otros se fueron con Álvaro Uribe (Alicia Arango, María Consuelo “la Conchi” Araújo, Cecilia María Vélez, Carolina Barco y María del Pilar Hurtado, la exdirectora del DAS, que está prófuga en Panamá).
Cuando era Alcalde y todavía no existía el celular, Peñalosa diseñó un sistema de correo de voz para comunicarse con los funcionarios de su administración. Cuando estos se levantaban miraban sus buzones y a las siete de la mañana ya tenían mensajes del Alcalde que recorría obsesivamente la ciudad detectando dónde había fallas o dónde había oportunidades de mejorar.
En momentos de crisis la gente que lo conoce dice que Peñalosa actúa con serenidad. Una de sus ex funcionarias recuerda que el peor día de su administración fue el de la tragedia de Luna Park. El 25 de agosto del año 2000, siguiendo la orden de recobrar el espacio público, el alcalde local de la localidad Antonio Nariño dio la orden de derribar un muro que se había levantado ilegalmente hace 27 años en el vecindario de Luna Park, en el barrio Restrepo.
Los vecinos habían protestado porque alegaban que no se sentían seguros, pero como el cerramiento era ilegal, un buldócer echó abajo el muro. Pero se equivocó y en cambio de atraerlo hacía la máquina lo empujó contra una barrera humana que habían formado los vecinos para impedir que lo tumbaran y murieron dos personas.
Cuando se enteró de la noticia, Peñalosa les dejó a todos sus empleados un mensaje en el correo de voz lamentando la tragedia, pero recordándoles la misión en la que todos estaban trabajando para sacar adelante la ciudad. “Esa claridad de por qué trabajar nos reconfortó a todos”, dijo su asesora. “La visión que tiene Peñalosa y que siempre se la juegue por el interés general es donde radica la fuerza de su liderazgo”.
Ella, por ejemplo, admira el impacto a largo plazo que ha tenido su jefe, no sólo sobre la organización de la ciudad, sino sobre las políticas urbanas de las ciudades de todo el país, que han comenzado a replicar el modelo de Bogotá. Peñalosa reglamentó que toda construcción en la ciudad tiene que dejar un espacio público de determinados metros, especificó los materiales, incluso el tipo de árboles –él se sabe el nombre de todos porque su mamá era decoradora de jardines– que debían plantarse. Y mal que bien, esa reglamentación se sigue aplicando una década después.
El resultado de esto es una ciudad más ordenada y coherente, dicen sus seguidores. Sus detractores, en cambio, dicen que es una estética que tiende a la homogeneización. “Es la idea de orden de derecha, facha, es someter a un único patrón de conducta a los ciudadanos”.

En una entrevista en 2002, el entonces jefe de redacción de El Colombiano, Sergio Fajardo, hoy gobernador de Antioquia le preguntó si tenía una organización política, si era autoritario. Y Peñalosa respondió: "No voy a hacerme el demócrata, en el sentido de que no tengo ni organización, ni tiempo para sentarme en reuniones interminables. A mí me parece rico sentarme y discutir, absorbo muchas ideas. Pero no voy a crear una organización donde vamos a tomar decisiones por votación y demás. La gente que sabe que escucho, es la gente que ha trabajado conmigo. En este momento yo hago política no porque me interese el poder, lucho por promover una visión y unas concepciones que tengo, las cuales pueden ser ajustadas en el camino a través del aprendizaje, la discusión y el conocimiento, pero no tengo ningún interés en crear una organización. Mi objetivo es construir espacios peatonales, colegios y parques, colocarles alcantarillado a los barrios pobres, etc. Otros se encargarán de la evolución de las instituciones políticas, esa no es mi prioridad".
Y ese párrafo, de alguna manera, explica el recorrido político de Peñalosa, que no ha mostrado tanto interés en construir un proyecto político, como en encontrar el vehículo que le permita desarrollar un proyecto de ciudad en el que los colombianos puedan tener un mejor vivir.
Después de hacer una maestría en el Instituto Internacional de Administración de París y obtener un doctorado en Administración Pública de la Universidad de París 2, Peñalosa volvió al país. Fue secretario económico de Virgilio Barco, en cuyo honor bautizó la megabiblioteca que construyó; fue representante liberal a la Cámara de Representantes en 1990; aspiró infructuosamente a la Alcaldía como precandidato liberal en 1991 y como candidato tres años después; finalmente, en 1997 le ganó a Carlos Moreno de Caro, con su movimiento ‘Por la Bogotá que Soñamos’, que se disolvió unos años después cuando no lograron superar el umbral requerido.
Peñalosa tuvo una tercera derrota en 2007 cuando intentó volver al Palacio Liévano y perdió frente a Samuel Moreno Rojas, a pesar de haber sido el favorito durante toda la primera parte de la campaña. Y luego otra en 2010, cuando perdió la consulta interna del Partido Verde contra Antanas Mockus. En la del 2011, cuando realmente necesitaba ganar hizo todo lo contrario a lo que había hecho hasta ese momento, pero igual le salió mal.
Creyó que aliarse con Álvaro Uribe era –por lo menos cuando aceptó su apoyo– un camino más o menos seguro para lograr volver a la Alcaldía. Peñalosa se había opuesto públicamente a la reelección de Uribe y nunca le aceptó los cargos que este le ofreció mientras ocupó la Presidencia de la República. Pero igual lo admiraba, sobre todo sus posturas en el tema de seguridad, que son las mismas de Peñalosa. Y él y sus asesores consideraron que nadie mejor que el ex presidente para contrarrestar la imagen negativa que tenía en los estratos bajos, que todavía resentían su política de haber sacado a los vendedores ambulantes de la calle.
No le importó que la Ola Verde, que le había puesto tres millones y medio de votos a Mockus, se hubiera levantado precisamente contra todo lo que significaba el ex presidente y que el mito fundacional del partido fuera incompatible con las prácticas del uribismo. El resto ya se sabe: el partido mayoritariamente aprobó no sólo este apoyo sino además la alianza con La U, Mockus se salió y de la ilusión que había despertado este partido solo quedó un partido ordinario como cualquier otro.
“Otros se encargarán de la evolución de las instituciones políticas, esa no es mi prioridad”, ya lo había dicho Peñalosa. Pero con la salida de Mockus, perdió la mitad del voto del partido Verde y no logró bajar el rechazo en los estratos uno y dos. Muchas personas que naturalmente se hubieran sentido inclinadas a votar por él, por su conocimiento técnico y sus habilidades probadas como gerente en un momento crítico como el que vivía Bogotá, se resistieron a votar para evitar fortalecer a Uribe. Al final, le ganó Gustavo Petro, el candidato que menos sabía sobre la ciudad y a quien en realidad, menos le interesaba ser Alcalde, pues su propósito siempre había sido llegar a la Presidencia.
Ante su derrota, Peñalosa se declaró vencido por la política y anunció que se retiraría para seguir trabajando como consultor en asuntos urbanos. Pero el bicho de la política nunca abandona a sus víctimas, y para las elecciones presidenciales del 2014, Peñalosa volvió recargado y dispuesto a ganar la candidatura en una consulta interna de la Alianza Verde, el resultado de la unión de los verdes y los progresistas de su archirival Gustavo Petro.
Después de sacar más de dos millones de votos en la consulta verde, en la que se enfrentó a John Sudarsky y a Camilo Romero, su candidatura prometía convertirse en una verdadera tercería.
Fiel a su idea de venderse como el anti político, Peñalosa se rodeó mayormente de técnicos e hizo una campaña sin bulla, retro (muy parecida a la que hizo en los 90 a la Alcaldía: con la gente en las esquinas, montado en bicicleta, volanteando, como lo contó La Silla) y sin mayor impacto como lo reflejan las encuestas. Si se pudiera colorear, con la caja de colores con la que suele andar, la empresa proselitista del peñalosismo sería de colores pálidos.
El exalcalde se dedicó a recorrer el país (cuando podía en bicicleta): de miércoles a domingo estuvo en las regiones, sobre todo en las ciudades pequeñas e intermedias en un intento por acercarse a lo rural, y de lunes a martes en Bogotá, su plaza fuerte. Pero su voz se oyó poco. En alguna encuesta llegó a aparecer de tercero, pero solo hasta ahora comenzó a aprovechar los escándalos que enlodaron a sus dos principales contendores para sacar la cara y reafirmarse como una tercería. A punto de cerrarse la época de campaña, aparece casi como el último de la fila y tocará ver si lo sucedido en esta última semana le ayuda a remontar lo suficiente para colarse en segunda vuelta, como confían en su campaña.
Como él es un hombre de obsesiones, en el improbable caso de que lo lograra, sería el gran ejecutor de las reformas que se pacten en el proceso de paz, suponiendo que se firme un Acuerdo con las Farc. Podría así realizar el sueño incumplido de su papá. Quizás no el de la ciudad que ha soñado hasta la locura, pero sí el de un país menos desigual.
Nota de la editora:
Este perfil está basado en el perfil publicado en el libro Súper Poderosos, que recogió un perfil publicado en La Silla cuando se lanzó para Alcalde de Bogotá en 2011.
Juanita, no es cierto que Peña-losa sea más de izquierda que los del Polo Democrático, pues es de los economistas que “creen” y le apuestan al libre mercado, generador de riqueza e inequidad y en el que el bien privado se impone sobre el público; avaló los TLCs negociados por Uribe y firmados por Santos, lo cual lo alinea con ellos y con el Consenso de Washington; en cuanto a Tranmislenio, es claro que es un modelo en el que se socializan las pérdidas (reposición de losas) y se privatizan las ganancias; es extraño que su partido Verde bipartidista, que acompañó a Santos durante sus 4 años de “gobierno”, sólo se distanció de él para esta campaña; el cuento de la antipolítica, que entiendo es diferente de la antipolitiquería, tal ves es lo que ha permitido que lo manipulen politiqueros como Uribe; y es preciso mencionar que Peñalosa, que cuenta con ciudadanía gringa, también le sirve a los intereses del rancio imperio, en caso de que Santos y Zuluaga se desprestigien y caigan demasiado.
Frase para enmarcar de Juanita.
''Al final, le ganó Gustavo Petro, el candidato que menos sabía sobre la ciudad y a quien en realidad, menos le interesaba ser Alcalde, pues su propósito siempre había sido llegar a la Presidencia.''
Juanita, cuál político que Ud. conozca aparte de Peñalosa quiere quedarse solo en una alcaldía.entr otras cosas Peñalosa no puede con mas.
por si se l olvido, le recuerdo q a Petro NO lo dejaron gobernar.
Y para finalizar sobre que se basa Ud. para afirmar que a Petro no le interesaba la alcaldía sino la presidencia, hay algún testimonio concreto ?.
PD: ahora si prepárense para la despedida definitiva de Peñalosa.
Son ese tipo de comentarios así, pequeñitos, entre líneas, como si estuviera hablando de otra cosa, los que caracterizan a varios columnistas y periodistas de la Silla y plasman los ataques que hacen, muchas veces gratuitamente, contra Petro (cuyo apoyo de último momento a Santos me mantiene entre la decepción y la reflexión -tal vez no podía hacer algo mejor en esta coyuntura, pero su tozudez y su amenaza de reventar otra vez un partido ya se pasan-). Aunque encuentro muy o graves esos ataques soterrados de La Silla a Petro, trato de pensar o quisiera hacerlo, que no lo hacen de mala fe.
Es tanto lo que han dicho de Peñalosa en otras oportunidades que de verdad lo siento como una repetición de lo ya conocido.
A estas alturas cualquier escrito de este tipo siendo de un candidato, implícitamente lleva una intención clara de darle un empujoncito, creo se equivocaron; lo que han descrito es un hombre hecho para gobernar una ciudad y pare de contar, ya lo dije antes y lo repito: ‘’su discurso no va mas allá de Bogotá y eso de chapinero p’l norte’’.
Su estilo exageradamente alejado del dúo de moda SAN_FUZU, posiblemente en busca de liberarse del lastre de haber hecho alianza con Furibe definitivamente no le funcionó; tuvo la oportunidad de aprovechar el papayaso q dieron los Comba-Hackers y tampoco.
Solo recuerdo las famosas losas de Transmilenio y la montada en bicicleta.
En su discurso faltó mucho de CLAUDIA, y si acaso, creo llegó tarde.
Viendo a los dos punteros(!!!), "cualquier cosa" es buena. Es triste, pero así es (este no está tan untado, pero está más untado de lo que dice y de lo que parece, untado de number-one, de mermelada, de JJ y de... concreto).
Yo creo que Peñalosa no está obsesionado con la ciudad, sino con el transporte público. Y con el lastre de ser pésimo candidato y mediocre político. Les comparto un tuit que despacha el tema con gran agudeza:
—Dr. Peñalosa, ¿qué hacer para la criminalidad?
—Hacer más cárceles.
—Pero eso es de político tradicional.
—Cárceles con ciclorutas.
El trino es suyo?
No, Agreval. De alguien no identificado, pero en todo caso más ingenioso que yo. Saludos.
No identificado?....Podría ser su alter-ego
Lo correcto hubiera sido hacer el metro, lo posible era hacer el transmilenio.
Si peñalosa se hubiera puesto a hacer el metro, ahi estarían apenas los huecos. Esas obras complejas y costosas en un país donde todo el mundo decide (concejales, senadores, presidente) son muy dificiles de llevar a cabo. La nación nunca aprobó los recursos para el metro. En Medellín, se demoró 15 años y costó 4 veces lo presupuestado.
Con esto no digo que no se debió haber hecho, ni que no deba hacerse ahora. HAce 50 años tenía que haberse construído. Solo quiero aclarar el contexto de Peñalosa en ese momento de su administración.
A propósito de escoger entre la corruptela y el clientelismo de JMS y el prontuario de Uribe:
"Nuestra responsabilidad como ciudadanos, documentados o no, es esperar y apoyar a las personas que mejor nos representan, nuestros valores, nuestro futuro, nuestras aspiraciones. El caer en la ilusión de la elección, en un paradigma de dos partidos, no sólo es un intento de reducir las diversas opiniones, ideologías y experiencias de millones de estadounidenses en solo dos puertas posibles, sino que además es un flaco favor a nosotros mismos. El menor de dos males no se mejora en la apariencia al compararlo con otro mal. El menor de dos males sigue siendo un mal. ¿No nos merecemos algo mejor?" - Victor Palafox.huffingtonpost
javciv. Es claro que ya tienes una posición respecto a La Silla y Peñalosa y no hay información que te convenza de lo contrario. Está bien. Que Claudia haya sido columnista y sea amiga de La Silla permite que lo creas. Pero hemos sacado el perfil de todos los candidatos. El de Peñalosa lo teníamos agendado para el domingo pasado y justo salió el video de Zuluaga. Sería muy raro sacarlo cuando la noticia está en otro lado, entonces no hiles fino con eso. Creo que no hemos sacado artículos "agresivos" contra Zuluaga. Hemos cubierto lo que sucedió y lo que sucedió es que él dijo mentiras y se sentó a dialogar con alguien que decía tener información de inteligencia (algo que es ilegal) y a quién no despidió por esto. Yo no creo que eso "sacar las uñas". Es hacer periodismo. Lo que pasa es que a algunos usuarios les gusta cuando es contra los que no les gustan pero no cuando es con el propio candidato.
Yo veo algo muy válido en su opinión, javciv. Hay unanimismo en la prensa frente a estos hechos y eso no es saludable. Es raro que ningún medio se haya ocupado de explorar lo que ustedes llaman "chuzada" de la campaña de Zuluaga o, mejor dicho, de poner de presente que también está operando una estrategia electoral de Santos, que está siendo acompañada de cerca por la Fiscalía. Eso merece un análisis. Por más que es frágil el argumento de la "chuzada" (dado que el asunto aparentemente involucra asuntos de seguridad nacional, que validan la intervención del Estado), tampoco puede pasarse por alto que aquí Santos está jugando a la viveza. No me gusta ese manejo de la prensa ni con los uribistas ni con nadie; ya se usaron estrategias similares contra Petro, en su momento. Asi que me uno a su llamado por una prensa más imparcial.
"...Pero se le cobrará a Peñalosa..."
LSV debería empezar a vetar a estos paracos y sus amenazas de m...
Hermanito, es mejor pensar en el autocontrol y la autoregulación, igual en este sitio hay consejo de usuarios,igual creo que a su propuesta le sobran verbo y adjetivo
La idea de ciudad de Peñalosa: latas de sardinas rodantes sobre lozas de mermelada y, al lado, él montando en bicicleta acompañado por el hombre del altoparlante. Y como lo habrán notado, yo no es que admire ni a Non Sanctos ni al Zorrillo Chuzuaga.