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Uno de los puntos más importantes del segundo acuerdo de La Habana es que se impulsen y financien las emisoras comunitarias en todas las zonas golpeadas por la guerra, como el resguardo guambiano de Silvia (Cauca). Fotos: Andrés Bermúdez Liévano. |
Separadas por los filos del páramo de Guanacas, dos radios comunitarias del Cauca llevan más de una década haciendo lo que el proceso de paz con las Farc busca crear en muchos de los rincones del campo más abandonados y más azotados por la guerra.
Aunque sobreviven muy artesanalmente y son manejadas por un puñado de personas que trabajan de manera voluntaria, estas dos emisoras –Namuy Wam de Silvia y Radio Campesina de Inzá- han sido ejes centrales de procesos políticos que incluso les han permitido llegar al poder en sus municipios.
Las dos muestran lo que puede resultar de los acuerdos de La Habana, que –si se firma un Acuerdo final y se cumple lo negociado- vería una explosión de emisoras comunitarias y de organizaciones sociales que, como los indígenas de Silvia y los campesinos de Inzá, quieren ganar más visibilidad y también protagonismo político.
Actualmente hay unas 500 emisoras comunitarias al aire en todo el país, transmitiendo -muchas en condiciones muy precarias- desde las zonas rurales de Caquetá y Putumayo hasta la comuna 13 de Medellín o Suba en Bogotá. Si se aterriza el proceso de paz no solo se multiplicarían, sino que –como dice el segundo acuerdo sobre participación política- deberían “contribuir a la participación ciudadana y en especial a promover los valores cívicos, diferentes identidades étnicas y culturales, la inclusión política y social, la integración nacional y, en general, el fortalecimiento de la democracia”.



Al montarse en cualquiera de los destartalados jeeps que salen del parque principal de Silvia y que se adentran en las neblinosas montañas del Macizo Colombiano donde viven los indígenas guambianos, se oye el mismo sonido. Todos sintonizan -desde el alba hasta bien entrada la noche- 92.2 FM, para oír su Namuy Wam.
“Nuestra lengua”, la emisora comunitaria que mantienen los misak desde 1997 y que fue una de las pioneras en todo el país, es la principal forma de comunicarse que tienen los 16 mil habitantes del resguardo de Guambía, que escala la cordillera siguiendo el serpenteante recorrido del río Piendamó desde el pueblo de Silvia hasta el páramo de Las Delicias. Con ella también se mantienen comunicados otros 6 mil misak que viven en seis municipios cercanos y hasta en los límites de Nariño.
Desde una pequeña casa a orillas del cañón del Piendamó, cinco comunicadores se turnan el micrófono todos los días. Vestidos con su falda morada, su ruana café y su sombrero de copa, transmiten programas como ‘Namui na pino’ (‘Nuestro territorio’) con consejos sobre el cultivo de truchas o de uchuva. O ‘Trenzando identidad’, en donde le enseñan a la mujer temas de la cocina y les recuerdan que, cuando les llega el período, deben guardar cinco días de descanso de los cultivos y dedicarse al tejido.
Namuy Wam es, ante todo, una estrategia de los guambianos para preservar sus tradiciones y su lengua, en la que se transmite el 80 por ciento de los programas.
Pero también es una de las claves de su consolidación política. Casi todas sus altas autoridades han arrancado allí, saltando de los micrófonos a ser alcaldes o secretarios de las diez zonas del resguardo y eventualmente gobernadores.
“La comunidad es así: si la compañera Bernarda [Almendra, que llevaba el bloque matutino el domingo que La Silla los visitó] está trabajando en la emisora ahora, el año entrante la sacamos para que preste servicio como secretaria zonal. La gente acá confía en los comunicadores, son nuestros puntales”, explica el tata Jeremías Tunubalá, sentado en el pequeño cuarto que hace las veces de consola de edición, sala de juntas y archivo sonoro.
Fue él quien inició la emisora cuando era un estudiante de comunicación social en la Universidad del Valle. Dieciocho años después, ha escalado hasta ser el vicegobernador del mayor resguardo misak del país.
Gracias en gran parte a la radio, el resguardo ha puesto tres de los últimos cinco alcaldes en el municipio. La primera vez que un misak, Álvaro Morales, llegó a la alcaldía de Silvia, fue apenas un año después de nacida la emisora, que fue la piedra angular de su estrategia política. Como dice Tunubalá, “sensibilizamos al misak para que apoyara y para que bajara a votar, oponiéndose a los partidos tradicionales que siempre se habían apoderado acá”.
Ese proceso continuó con Segundo Tombé Morales (alcalde en 2001 y luego diputado) y, actualmente, tras dos períodos sin poner alcalde, con Isidro Almendra. Este último ganó con 5.700 votos, el doble que su rival y la mayor votación histórica en Silvia.
Han llegado aún más lejos. Cuando el guambiano Floro Tunubalá ganó la Gobernación del Cauca en 2000 -convirtiéndose en el primer y único indígena del país en lograrlo- Namuy Wam y la red de 14 emisoras indígenas, en nueve idiomas, del Cauca fueron sus grandes aliadas.
“Para nosotros no es proselitismo. No hacemos campaña a favor de tal o cual, sino concientización de que esos espacios públicos no los hemos tenido nunca”, dice el tata Cruz Tunubalá, otro de los históricos líderes de la radio guambiana.
Fue vía la radio que Tunubalá –ex constituyente y hoy gobernador del resguardo- convocó una asamblea de 4 mil personas para lanzar su campaña en el ruedo taurino de la Hacienda Las Mercedes, una vieja casona que perteneció a los terratenientes ganaderos González Caicedo y que hoy alberga el centro de convenciones de los misak. Al final ganó con 149 mil votos, avalado por una coalición independiente llamada el Bloque Social Alternativo y sacándole 16 mil al candidato único de los partidos conservador y liberal que habían dominado la política caucana.
De hecho, sus primeras palabras tras ganar la gobernación las habló a través de Namuy Wam.
“La radio es un espacio de control político. Nosotros llamamos a las autoridades del municipio y a las nuestras a hacer informes”, explica Eduardo Almendra, que tiene los turnos del mediodía.
Es así como le armaron debate en 2008 al alcalde nasa Gabriel Pillimue cuando se comenzó a hablar de cobrar por las concesiones de agua en el Plan Departamental de Aguas, una idea que tuvo que abortar tras una masiva marcha en Silvia.
También llamaron al orden al gobernador misak cuando en 2003 intentó distribuir unas tierras que, según Jeremías Tunubalá y los comunicadores, no alcanzaban para que cada familia sin tierra tuviera un minifundio de 11 por 100 metros (un cuarto de hectárea) como el que tradicionalmente cultivan los guambianos en su sobrepoblado resguardo. Su postura fue tan controversial que trataron de sacarlos a la fuerza de la asamblea e incluso hablaron de enviarlos al ‘centro de meditación’ (el eufemismo misak para el calabozo del resguardo), antes de terminar dándoles la razón y suspender el plan.
En 2008, cuando ardieron cientos de hectáreas del vecino páramo de Las Delicias, la radio movilizó –o “mingó”, según la palabra que usan- a unos 2 mil guambianos que subieron con los doce bomberos del pueblo a apagar el incendio. Cuando agarraron a los dos responsables y los condenaron a un año de trabajo comunitario, fue de nuevo la radio la que mandó el mensaje de escarmiento.
La red de 30 ‘comunicadores comunitarios’ que tienen repartidos en todas las veredas no solo avisa sobre las reuniones veredales o el estado de salud de algún campesino, sino que alertan cualquier presencia de las Farc en ese corredor estratégico hacia el cañón de las Delicias. De inmediato lanzan las alarmas en misak: “no se acerquen, no pasen por allá. Sigan tranquilamente en el campo como si nada”.
Lo mismo hicieron en octubre pasado cuando llegaron al páramo 800 soldados del Noveno Batallón del Ejército que dieron de baja a ‘Machomán’, el comandante del Frente sexto de las Farc que opera en la zona. “No se acerquen las jóvenes”, suele ser el consejo en guambiano cuando hay presencia de la Fuerza pública. Es lo que ellos llaman “control territorial”.
La radio comunitaria también ha sido, para los indígenas del Cauca, una herramienta de movilización social. Es a través de estas emisoras que no solo se convocan las mingas, sino que organizan las guardias indígenas, los víveres y toda la logística que necesitan cuando le marchan al Gobierno.
Cuando en noviembre 6 mil indígenas –de todas las comunidades menos los misak- se reunieron en La María para presionar al presidente Juan Manuel Santos para que cumpliera la promesa de firmar los dos decretos que les conceden mayor autonomía en el manejo de sus recursos, la radio jugó un papel crucial.
Mientras en la tarima principal el ministro Juan Fernando Cristo intentaba poner orden a una reunión que amenazaba con irse a las vías de hecho, en un cuarto vecino una decena de comunicadores indígenas transmitían todo –en vivo y en directo, en nasa, misak y español- por la red de emisoras del Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric) que los agrupa. Al final, ese día Cristo logró calmar los ánimos –garantizando la ansiada firma- y se desactivó la minga, pero la orden de bloquear la Carretera Panamericana estaba ya cocinada por si las cosas tomaban otro rumbo. Se hubiera dado precisamente por radio.



Del otro lado del páramo de Guanacas, en las laderas llenas de cafetales de Inzá que descienden hasta la frontera con el Huila y el valle del río Magdalena, manda la parada otra emisora.
Es el territorio de Radio Campesina, 89.9 FM. O al menos suele serlo, porque esta Semana Santa sus micrófonos están en silencio desde que, hace dos semanas, se robaron la pequeña antena transmisora en la cima del Cerro del Trueno, que le permite ser la única emisora en esta escarpada región que esconde los hipogeos de Tierradentro.
Radio Campesina es la hija de la Asociación Campesina de Inzá - Tierradentro (Acit), una organización que reúne a 4 mil familias rurales y que la ve como la piedra angular de su trabajo de lucha por los derechos de los campesinos de la zona. Y sobre todo, de su propuesta –presentada al gobierno Santos en 2011- de declarar como zona de reserva campesina unas 80 mil hectáreas de Inzá, Totoró y La Plata (Huila).
“Somos poder popular que quiere ser gobierno”, explica Ómar Durango, uno de los fundadores de la emisora, sentado en la modesta casa amarilla y verde, sin letreros, donde funciona.
Aunque Acit existía como una organización veredal desde 1997, agarró fuerza cuando empezó a regresar a Inzá la oleada de estudiantes que se habían ido –con becas- a universidades bogotanas como los Andes, la Nacional y la Javeriana y que, tras alquilar una casa juntos en Teusaquillo, se agruparon en una asociación llamada Protierradentro. Entre ellos Durango, un historiador javeriano.
Su primer proyecto al volver fue, en 2004, la biblioteca de la vereda de Guanacas, un luminoso edificio de guadua que donó el gobierno japonés, que diseñó el arquitecto bogotano Simón Hosie y que se llevó el Premio Nacional de Arquitectura.
Luego dieron el salto a la política. En 2003 lograron elegir alcalde a Eliécer Morales, un abogado de la Universidad de los Andes que habla del ex magistrado Carlos Gaviria –fallecido este martes- como su mayor influencia.
Fue la primera vez que ganaba allí un partido de izquierda, aunque el Polo Democrático (casi inexistente en el Cauca) no era sino quien los avalaba. Los 2.209 votos los pusieron los campesinos de Acit. Al mismo tiempo nació Radio Campesina, con los equipos que les donó el principado español de Asturias.
Acit, que hoy tiene tres concejales en Inzá, quiere volver a gobernar. El lenguaje que manejan sus líderes –“consulta popular campesina”, “el campesino como sujeto político”, “soberanía alimentaria”- denota su ideología de izquierda, al igual que su afiliación a la Cumbre Agraria, al movimiento de zonas de reserva campesina (Anzorc) que lidera César Jerez y al sindicato agrario Fensuagro.
Sin embargo, aunque ellos dirigen y coordinan la programación, en su emisora tienen un espacio prácticamente todas las instituciones y las organizaciones sociales de Inzá, desde la alcaldía, el hospital y la Pastoral Social hasta la red local de discapacitados.
“Los movimientos sociales no son solamente los que nos oyen, sino que son la base de nuestra parrilla y, en últimas, con sus contribuciones, hasta de la financiación”, dice Eliécer Morales, explicando que sobreviven de lo que las juntas comunales y otros les pagan por dar los avisos.
El comité cafetero, el brazo local de la Federación Nacional de Cafeteros, tiene ‘Sorbos cafeteros’ todos los viernes para darle consejos técnicos a los caficultores. Asorcafé, una cooperativa local, tiene un programa parecido. El comité municipal de maestros tiene ‘Hablemos de educación’ los jueves. Los nasas, reunidos en la Asociación de Cabildos Juan Tama, tenían su espacio semanal pero lo abandonaron por Radio Nasa en Belalcázar desde que el año pasado recrudecieron los conflictos por la tierra entre campesinos e indígenas.
Uno de los grupos más activos es el de las mujeres de la Asociación de Mujeres por Inzá, que desde su espacio explican cómo serían los acuerdos de La Habana en Inzá y, sobre todo, cómo serían para las mujeres. De hecho, acaban de presentar ese programa de pedagogía para la paz a la convocatoria de estímulos del Ministerio de Cultura.
Una de sus invitadas frecuentes es Luz Marina Cuchumbé, una mujer inzaeña cuya hija fue asesinada por el Ejército y presentada como un ‘falso positivo’, y que viajó en la cuarta delegación de víctimas para conversar con los negociadores de las Farc y del Gobierno.
Y también qué van a hacer ellas si las disputas entre indígenas y capesinos se disparan, porque –como dice su líder Alix Morales- “¿de qué nos sirve que ahí estén firmando la paz si acá estamos agarrados del pelo? Peleando por tierra donde no hay tierra y donde todos vivimos en menos de un cuarto de hectárea”. (Ellas, aunque aliadas de Acit y pioneras del tema de género en el movimiento de reservas campesinas, no están en otros movimientos de izquierda como la Marcha o Fensuagro por creerlos demasiado patriarcales y poco interesados en una mirada femenina).
Por eso intentaron crear en Popayán una primera mesa de diálogo de mujeres, a la que llegó la líder nasa Ayda Quilcué (aunque advirtiendo que no lo hacía en representación de su comunidad).
Esto porque los nasa –que son el 45 por ciento de los inzaeños- ven con recelo las cinco zonas de reserva campesina propuestas en el Cauca, mientras los campesinos -el otro 55 por ciento- ven con temor la solicitud nasa de ampliación de resguardo que abarca casi todo el municipio. Ambos temen quedar subordinados al otro.
Al igual que sus colegas guambianos, en Inzá también ven la radio como un espacio de veeduría. En 2011 hicieron debates con todos los candidatos a la alcaldía. El año pasado denunciaron cómo el relleno sanitario en el Alto de la Cruz se había convertido más bien en un botadero, un escándalo que terminó con la orden de cierre de la Contraloría departamental.
“La intención no es crear audiencia sino ciudadanía”, dice Eliécer, admitiendo sin embargo que –por su posición de izquierda- han sido tachados de “guerrillos”, en un pueblo donde las FARC destruyeron el puesto de policía (y de paso el teatro donde estaba) hace tan poco como diciembre de 2013.


Las emisoras como Namuy Wam y Radio Campesina serán una de las piezas centrales en el aterrizaje de lo que el Alto Comisionado para la Paz Sergio Jaramillo llama la “paz territorial”, que no es otra cosa que asegurar que las grandes transformaciones se hagan en las regiones más golpeadas por la guerra y más abandonadas por el Estado.
Preciso la meta de La Habana es que el desarrollo de la Colombia rural se haga de “abajo hacia arriba”, con la participación activa de las comunidades en la planeación, ejecución y veeduría de las obras. Para este último paso, nada más eficaz que la radio.
Como dice Soraya Bayuelo, la líder de víctimas y fundadora del colectivo de comunicaciones de Montes de María, “la participación política no necesariamente tiene que ser la electoral, sino una ciudadanía activa”. Es decir, una que se meta en el corazón de lo que sucede a nivel local, sin ser perseguida por ello.
“Si bien el 90 por ciento de la gente tiene televisión y el Internet está entrando fuertemente, son las que pueden meter el debate desde lo local. Es allí, al fin y al cabo, donde más se mueven los fuertes poderes políticos que bloqueaban cualquier discusión sobre estos cambios”, dice la antropóloga Jeanine El Gazi, una de las personas que mejor conoce las emisoras comunitarias en el país y el cerebro detrás de la política para éstas en el Ministerio de Cultura.
Los dos eslabones débiles que todo citan –y que aparecen también en el segundo acuerdo- es que necesitan financiación y formación.
La primera porque incluso proyectos tan exitosos como Radio Andaquí a duras sobreviven en pueblos como Belén de los Andaquíes (Caquetá), donde el 70 por ciento de los negocios cerró en los últimos años. Es por eso que muchas de ellas están pidiendo un fondo de financiación estatal más allá de las convocatorias que tiene el Ministerio de Cultura, que son limitadas en número y están pesadas para programas particulares.
Y la segunda porque, aparte de entrenamiento técnico, necesitan que les ayuden a entender los acuerdos para explicarlos, algo que ya ha comenzado a hacer –en alianza con la oficina de Sergio Jaramillo- la veterana red de emisoras santandereanas (Resander).
Entre más vinculadas estén a los movimientos sociales, más posibilidades tendrán esas emisoras de ser realmente representativas. Por eso el segundo acuerdo habla puntualmente de “abrir espacios en las emisoras y canales institucionales y regionales destinados a la divulgación del trabajo de las organizaciones y movimientos sociales”.
Eso le dará un espaldarazo a que los movimientos sociales participen en política. Sobre todo en aquellas regiones que sean escenario de las 'circunscripciones especiales de paz', unas curules transitorias en la Cámara para candidatos postulados por los movimientos sociales en las regiones más golpeadas por el conflicto (aún no escogidas, pero del estilo de los Montes de María, el Catatumbo o el Magdalena Medio) y por las que no tendrían que competir con candidatos de los partidos tradicionales.
Dado que estos candidatos tendrán menos requisitos y vendrán de las zonas más azotadas por el conflicto (con mayor influencia de las Farc), es posible anticipar la llegada de voces muy diferentes al Congreso de las que se acostumbra oír y mucho más radicales de izquierda.
Eso le daría, en el Cauca que probablemente será priorizado, una delantera a los grupos ya organizados y con radios fuertes como los indígenas de Silvia o los campesinos de Inzá.
Esta historia es parte de una serie sobre periodistas en zona de conflicto financiada por la Unión Europea y Oxfam.
Estaba sano. No sabia que entre las cosas que las Farc incluye en los acuerdos, sea este tema. Definitivamente uribe ha manoseado este proceso de paz a su antojo, el pone la discusión en el mismo tema siempre y nos tiene botando corriente en lo mismo, en un circulo vicioso. Será que a los medios de comunicación les conviene eso. Muy interesante este punto en los acuerdos de la Habana, ojala los barones de la comunicación lo apoyen.
Algunas cosillas:
--los dueños d estos micrófonos rurales estan construyendo ciudadanía no violencia, al contrario d los medios "civilizados" q amparados en los grandes capitales propietarios d los mismos incluso hasta del libre poder y albeldrio d sus periodistas, contribuyen al discenso, la imposición ideológica ni siquiera guiada x convicciones propias, simplemente obedeciendo a intereses particulares x defender un plato no d habas ni maíz, ni yuca. Quien va a buscar caraotas cuando hay pollo?.
--algo q podría contribuir estos analisis es precisamente aclarar q pensamientos d izquierda deben ser vistos como democráticos y no precisamente como guerrilleros y violentos, así contribuirían a quitar lápidas.
PD:
--en q terminó lo del Gral Alzate. Al fin q', andaba d parranda?.
--en q va lo d Chuzagirl, al fin para q fue q la trajeron ?
- siguen pensando q la Parody es presidenciable?.
--no creen q Santos retomará el papel d Judas y su candidato está en la Habana?.
Algunas cosillas:
--los dueños d estos micrófonos rurales estan construyendo ciudadanía no violencia, al contrario d los medios "civilizados" q amparados en los grandes capitales propietarios d los mismos incluso hasta del libre poder y albeldrio d sus periodistas, contribuyen al discenso, la imposición ideológica ni siquiera guiada x convicciones propias, simplemente obedeciendo a intereses particulares x defender un plato no d habas ni maíz, ni yuca. Quien va a buscar caraotas cuando hay pollo?.
--algo q podría contribuir estos analisis es precisamente aclarar q pensamientos d izquierda deben ser vistos como democráticos y no precisamente como guerrilleros y violentos, así contribuirían a quitar lápidas.
PD:
--en q terminó lo del Gral Alzate. Al fin q', andaba d parranda?.
--en q va lo d Chuzagirl, al fin para q fue q la trajeron ?
- siguen pensando q la Parody es presidenciable?.
--no creen q Santos retomará el papel d Judas y su candidato está en la Habana?.
Es indiscutible que los medios de comunicación cumplen un papel decisivo en cualquier actividad. Radios comunitarias ligadas por fuertes vínculos a este o aquel sector social o a varios sectores sociales no existen por ejemplo en la mayoría del territorio que comprenden los siete(7) departamentos de la Costa Atlántica.
El Poder económico y político en Colombia, generador de injusticia social y exclusión, dispone de numerosas emisoras, canales de televisión, periódicos impresos, pero se presenta una situación distinta en las redes virtuales que han comenzado hasta ahora a jugar un rol destacado. En la medida en que se popularice a gran escala la posibilidad de facilmente informarse entrando a Internet, contará la gente con la información necesaria como para que no la engañen tan fácil. Eso siempre y cuando se eduque a las personas, porque la información no es más que un medio.