
A veces las buenas noticias traen también coletazos negativos. A raíz del crecimiento económico de los últimos años, hace dos años Colombia fue reclasificada como un país de renta medio alta por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el “club de buenas prácticas” al que el presidente Juan Manuel Santos aspira entrar.
La subida de estatus tuvo un importante efecto colateral: Colombia quedó en la categoría de aquellos países que teóricamente quedan por fuera de la cooperación internacional, que debería por principio priorizar a los países donde están las mayores necesidades y los mayores índices de pobreza.


Ese cambio coincide con la crisis económica que ha golpeado fuertemente a muchos de los países donantes y ha generado una drástica reducción en los presupuestos destinados a ayudar al mundo emergente.
Esta realidad significa que durante el gobierno de Santos, Colombia ha tenido que navegar por la situación de ser un país de ingresos más altos, lo que le daría menos derecho a recibir ayudas, pero uno que intenta poner fin a un conflicto armado de varias décadas, lo que le da más títulos para pedirlas.
“Si bien nuestra economía es pujante en este momento, todavía tenemos grandes problemas en materia de pobreza, de desigualdad y de seguridad en los que debemos seguir trabajando. Por eso nuestro llamado a todos los aliados que tiene Colombia es que no dejen de apoyarnos, porque todavía lo necesitamos”, le dijo a La Silla Sandra Bessudo, la directora de la Agencia Presidencial para la Cooperación Internacional.
La meta de la Agencia creada por Santos en 2011 y dirigida por Bessudo ha sido persuadir a los cooperantes internacionales de que pese a tener una dinámica economía positiva, la situación del país es particular y, sobre todo, que la transición hacia el final del conflicto amerita que sigan presentes en el país. Esto ha hecho que Colombia sea, según la OCDE, el segundo país que más recibe recursos de cooperación internacional en América Latina y el Caribe, sólo detrás de Haití.
La mayor parte de la cooperación está programada a varios años y es difícil observar sus efectos a corto plazo, pero hasta ahora a Colombia le ha ido mejor que a países similares como Perú, que también fueron reclasificados y han notado el bajonazo en las ayudas.
En estos últimos dos años los recursos financieros y técnicos que recibe Colombia -antes gestionados por Acción Social- han disminuido, pero continúan siendo los segundos más grandes de la región, pese a que la cooperación no representa sino el 0,3 del PIB colombiano, una cifra bastante baja.
“Todavía no vemos que nos haya afectado inmediatamente, pero sucederá paulatinamente. El desafío de Colombia es no permitir que disminuya, lograr mantenerla y busca nuevos aliados”, dice Bessudo, cuya función es gestionar la cooperación, pero también ordenarla, hacerle seguimiento y volverla más eficiente.


La crisis financiera ha sido la principal causante de que la cooperación internacional en el mundo descienda a un ritmo del 3 por ciento anual desde 2008, obligando a países como Japón, Austria o Bélgica a recortar sus presupuestos para cooperación en más del 10 por ciento anual y a reconsiderar sus prioridades a la hora de proporcionar ayuda. Hoy sólo cinco países aportan un 0,7 por ciento de su PIB en ayuda al desarrollo, la meta establecida por la ONU para cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, aunque se esperaba que lo hiciera una decena.
En algunos casos, esta realidad es aún más dramática. España, uno de los tradicionales aliados de Colombia en cooperación, ha tenido que reducir su ayuda oficial al desarrollo en un 70 por ciento en los últimos cuatro años. Tanto que ésta ha caído hasta niveles comparables con los de 1981, cuando pasó de ser un país receptor a uno donante. Y pasó de trabajar en 52 países a hacerlo en 23, cerrando sus oficinas en México, Brasil, Argentina, Venezuela y Chile.
No fue el caso en Colombia, que el gobierno de Mariano Rajoy considera un socio estratégico política y económicamente. Aunque redujeron su cooperación en torno a un 30 por ciento, decidieron mantener su oficina abierta.
“Hemos tenido que reducir el déficit público y esto significa que hemos tenido que ser más estratégicos, más selectivos y concentrar nuestros esfuerzos de cooperación”, le dijo a La Silla Miguel González Gullón, el coordinador de la cooperación española (Aecid) en Colombia. “La situación de conflicto armado le da a Colombia un estátus particular. Nuestro objetivo es ayudar al país a salir del conflicto y a construir la paz, con menos recursos pero con un apoyo significativo”.
Francia, uno de los pocos países que ha logrado mantener estable su presupuesto de cooperación a pesar de la crisis financiera, aumentó su cooperación con Colombia desde que Santos llegó a la Casa de Nariño, concentrando la mayor parte de sus esfuerzos en educación superior y cultura. Sigue siendo el segundo mayor aportante para Colombia, después de Estados Unidos.
Entre los socios tradicionales del país, Japón, Suiza, Canadá y Corea del Sur han mantenido o aumentado su cooperación. Estados Unidos, de lejos el primer aliado de Colombia y aportante de casi el 50 por ciento de los recursos que recibe el país, ha disminuido el monto total a medida que el Plan Colombia se ha ido reduciendo pero la ha ido extendiendo a un mayor número de frentes. Alemania la ha disminuido, pero la ha reorientado fuertemente hacia la asistencia técnica. Noruega, que ahora es garante de los diálogos con las Farc en La Habana, redujo su ayuda pero pronto reabrirá su embajada en Bogotá, señal de que quiere seguir jugando un papel en el país. Y han aparecido nuevos aliados como Finlandia y Nueva Zelanda.
Los Países Bajos la han reducido también, pero la han reenfocado hacia temas de interés bilateral que corresponden más a la realidad del país y que también pueden traer beneficios económicos de vuelta a casa. Ya no está dirigida como antes hacia el medio ambiente, sino sobre todo hacia el manejo de agua y el desarrollo rural.
“Colombia es un país emergente, que requiere otro tipo de partnership sobre fundamentos económicos, sociales y de sostenibilidad. Nuestra cooperación es ahora más de conocimientos y de técnicas”, dice Joel Brounen, consejero económico de la embajada holandesa en Bogotá.
Además, Colombia está abriendo espacios de cooperación que antes no había explorado en profundidad, como con empresas privadas o con entidades regionales de países donde los recursos están descentralizados, como ocurre en Francia y España. Y el país ha venido buscando otras fuentes de cooperación más acordes con su situación socioeconómica, como créditos blandos y asistencia técnica.

Tradicionalmente Colombia ha recibido recursos para temas como el desplazamiento, pero en los dos últimos años la puesta en marcha de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras se ha convertido en uno de los principales focos de la cooperación.
“Reunimos a todas las instituciones involucradas en la implementación de la Ley de Víctimas para ver en cuáles temas requieren cooperación internacional y quiénes están en capacidad de proporcionarla. Y también para que ésta no actuase de manera independiente sino que esté alineada y coordinada con los objetivos del Gobierno”, dice Bessudo.
Es así como Francia ha venido apoyando la restitución, Noruega a la población desplazada en tres de los departamentos con mayores índices de despojo (Nariño, Magdalena y Norte de Santander) y Suecia -que siempre ha priorizado el tema de género- a las mujeres víctimas. Para ello, también se han venido creando comités de cooperación internacional en cada departamento -incluyendo aquellos que reciben pocos recursos, como Vaupés y Vichada- e incluso a nivel municipal, como en Tumaco o Buenaventura.
Todas son señales de que a medida que avance el proceso de paz con las Farc, el país se irá posicionando como destino idóneo para la cooperación, como en su momento lo fueron los países de la antigua Yugoslavia, Sudáfrica o Camboya.
Este hecho ha generado, sin embargo, preocupación entre muchas organizaciones sin ánimo de lucro de la sociedad civil, que temen que esa doble coyuntura de reducción en la ayuda y de un aumento de los recursos que llegan al gobierno pueda dejarlas fuera de juego.
“Es muy posible que comencemos a ver que los recursos de cooperación se vayan concentrando en el Estado, un hecho que haría mucho más difícil el trabajo de muchos actores claves en un escenario de posconflicto”, le dijo a La Silla el investigador Luis Jorge Garay.
Y aunque La Silla no pudo comprobar que hubiese indicios de una relación causal entre la reducción en los recursos de las Ong y los esfuerzos del Estado por mantener la cooperación, a medida que avancen las negociaciones con las Farc irán aumentando las solicitudes de ayuda por parte y parte. Queda por ver si, en tiempos aún estrechos, puede aumentar la cooperación en el país.
"Colabóreme" - dice el mendigo, pidiendo dinero sin laborar.
Entretanto, el gobierno (inoperante) pide "cooperación internacional".
En ambos casos se trata de eufemismos, que ocultan la verdad: piden limosna, que no es otra cosa que una declaración de incapacidad.
Con todo respeto, pero acá dan por hecho que necesitamos esa plata, en palabras más castas, el respaldo de la comunidad internacional...
pura colonización disfrazada, la cooperación internacional es un lobo con piel de oveja, es la manera de reconstruir a su manera, manteniendo las diferencias, al abrirle las puertas a su capital embargamos nuestra independencia. Con nuestros propios recursos, bien distribuidos, somos capaces de construir nuestro país tranquilitos... pero claro Santos va por la suya, y la Bessudo, qué tal dizque de ambientalista y terminó poniendo la cara bonita en europa