LA SILLA VACIA

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El de los avales es el festival que antecede a la feria de la búsqueda del voto, que arrancará el próximo fin de semana oficialmente y terminará con esta fila hacia las urnas. Foto: Laura Ardila Arrieta.

Esta historia hace parte de la serie de La Silla Vacía que pretende contar cómo se ejerce el poder por dentro de varios escenarios clave en la política.

La puja mediática por los avales es la que se ha visto alrededor de algunos candidatos a alcaldías capitales y gobernaciones, y ha causado la renuncia de dos directores de partidos. Pero la verdadera feria de avales, el festival en el que se venden, se prestan o se alquilan esos apoyos, se siente, se vive y se goza en los pueblos, como el carnaval.

Dos caciques caribeños se lo detallaron a La Silla por aparte y cuatro políticos, no tan veteranos, nos confirmaron y agregaron algunos datos.

Aunque los estatutos de cada partido son distintos, hay una regla general tácita en la previa de las regionales, que consiste en que los avales en los municipios (para alcaldías, concejos y JAL) son decididos por los congresistas que sacaron la mayor votación de su respectiva colectividad en esos sitios.

Así es como, por ejemplo, el aval conservador para la Alcaldía de Manatí (en el sur del Atlántico) lo definió el senador Laureano Acuña -conocido jocosamente como ‘el gato volador’-, quien sacó allí 743 votos, y no el cacique godo del departamento Roberto Gerlein que obtuvo 430 y también quería poner aspirante.

Sin embargo, reyes de la movida en las locales, en las que suman la estructura para reelegirse tengan o no la mayor votación de su partido, todos los legisladores buscan acomodo. Ninguno está dispuesto a perder un aliado local que quería aspirar y esperaba que su congresista le consiguiera el preciado aval.

“¿Tú crees que si tú le dices que no puedes darle el aval a un tipo que quiere ser candidato y que te apoyó, él sale a sentarse? ¡Sale para otro partido! Y para que no se vaya del grupo de uno, toca acompañarlo hasta allá, hasta que consiga su aval”, nos explicó un cacique.

Es decir, hasta que ambos consigan una sombrilla para disimular, porque en la práctica, si el congresista le consigue aval, ese político local lo seguirá apoyando para efectos de su reelección al Congreso así sea desde otra colectividad. Y si gana la Alcaldía o una curul en el Concejo, sumará esa estructura a su padrino político.

Esa sombrilla o plan B suele encontrarse por lo general en los partidos pequeños, que algunos llaman de garaje, como Aico, Mais y la ASI.

Algunos senadores de partidos robustos como La U, el Liberal, el Conservador y Cambio Radical, pactan desde antes que se abran las inscripciones con algunos de esos hermanos menores para instalar allí a sus cartas cuando les quede imposible ir por sus propias colectividades. A veces necesitan aval para una Alcaldía o simplemente que le acomoden unos aspirantes en una lista al Concejo.

En Córdoba, por poner otro ejemplo de lo que contamos, todos los aspirantes del grupo del senador Musa Besaile que no pueden ir por su partido, en pueblos en los que otro legislador de La U tiene la mayor votación, encuentran techo fijo en Aico.

En el caso de Gerlein, ese techo está en Mais o la ASI, por donde precisamente intenta meter a un candidato a la Alcaldía de Manatí que le competirá al de su copartidario ‘el gato volador’.

Alvarista y doctor en conseguir votos luego de 40 años ininterrumpidos en el Congreso, Gerlein se queja de la inflexibilidad de los partidos en el tema avales: “Como decía Álvaro Gómez, los partidos deben ser iglesias para que la gente entre y salga a voluntad”.

En el mismo sentido, otro senador del Caribe con el que hablamos nos dijo: “Lo que hacemos nosotros es una doble militancia de bulto, no comprobable porque, al menos en mi caso, yo me cuido de no ir a los pueblos en donde mi partido lleva otro candidato distinto al mío. Pero lo que tendría que pasar para acabar con esa doble moral, es que volvamos a la época en la que los partidos podían llevar a varios candidatos para el mismo cargo”.

Ese Senador se refiere a la época antes del Acto Legislativo 01 de 2003, que impulsó las listas y candidatos únicos. Entre 1991 y 2003 no fue así y antes del 91 ni siquiera se necesitaban avales.

Ahora, para conseguir uno en los llamados partidos de garaje, a veces toca pagar. Así nos lo aseguró uno de los caciques con los que hablamos, quien nos dijo que a un colega suyo le habían cobrado 50 millones de pesos por avalarle una lista a Concejo y un candidato a la Alcaldía en un pueblo del Caribe.

Un político local de Sucre nos contó, por aparte, que a él y a un amigo suyo le habían intentado cobrar por avales para el Concejo de un pequeño municipio en el partido ASI.

Por eso, le preguntamos a Miguel Galvis, veedor nacional de la ASI, quien nos explicó que esa colectividad dio potestad a sus directivos locales para postular aspirantes, aunque el ejecutivo nacional tiene poder de veto. También agregó: “Eso de la plata es un rumor que siempre ha estado rondando, nosotros hemos hecho ejercicios disciplinarios cuando ha tocado y las personas cuestionadas se han ido. El partido se ha dado la pela para no vender avales”.

Desde su orilla, Galvis dice que son a las colectividades minoritarias a las que les ha tocado más duro en el actual “régimen electoral”, y que la ASI “perdió” 320 de 750 concejales que tiene en todo el país, que incurrieron en doble militancia al ser cooptados por partidos grandes.

ASI sí pide 200 mil pesos por candidato avalado, explica su veedor, pero para poder contratar los contadores que harán la rendición de cuentas obligatoria de esos candidatos y tramitarán la reposición de votos.

Pero los avales no sólo se dan por plata. También entre el congresista del partido grande y su colectividad “sombrilla” se cuadra un peaje que puede consistir en burocracia (las secretarías del pueblo, en caso de que el aspirante avalado gane) o en una promesa de apoyo para el futuro.

“Uno le puede decir al partido pequeño que en cuatro años le va a apoyar a ese cargo al candidato que ellos escojan”, nos dijo una fuente conocedora.

Hay ocasiones (pocas) en que avalar se hace como un favor sin pedir nada a cambio, como nos lo contó un congresista de Bolívar. Él nos detalló cómo en un pueblo cerca a Cartagena, la lista al Concejo debía contener 15 nombres, pero él tenía 40 miembros de su grupo que querían aspirar. Por ello, armó una lista por su partido y a los otros 25 “los metí repartidos: un poquito en La U, otro poquito en los conservadores y otros más en el Mira. Eso simplemente se pide el favor y hay veces en que a los otros partidos les sirve porque no tienen sus listas completas”.

Eso evidencia que también partidos grandes sirven de sombrilla. Así lo demuestra por estos días Cambio Radical, que avala a los candidatos del grupo de la representante de La U por Córdoba Sara Piedrahita, en los sitios en los que ella no tiene la mayor votación.

A La U también la ayuda el viejo PIN, pero en Sincelejo. Allí, los concejales de La U que son aliados del cuestionado Yahir Acuña (que está en el viejo PIN) decidieron armar lista al Concejo yahirista, y para no incurrir en doble militancia, metieron por el segundo a varios parientes suyos.

Y en los lugares en los que los congresistas de un mismo partido (y a veces de otros, en coalición) deciden juntar esfuerzos alrededor de un único aspirante, no hay pulso ni feria de avales, sino un ganador cantado.

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Roberto Víctor Gerlein Echeverría
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Mié, 2015-07-22 10:54

En conclusión, en las regionales cada congresista es un micropartido tramitador de avales. Es claro que no están ahí para defender unos intereses colectivos o una ideología, sino para preservar sus propios intereses a través de una intrincada red de micropoderes. Un ejercicio plutocrático que preelige a los candidatos. Una democracia contaminada desde sus raíces.

Y la suma de esos pequeños feudos deciden después las parlamentarias y las presidenciales, como bien lo sabe Vargas. El secreto está en la preelección de los que luego serán elegidos y que elegirán a los de más arriba. Y los poderes públicos ya ni siquiera fingen independencia: Se confabulan descaradamente tras un costal de prebendas, en pequeños grupos. Hay varias palabras para nombrar eso: Contubernio, confabulación, connivencia, conspiración, componenda, complot, conjura, complicidad, amancebamiento, ... Democracia no es, festival, tampoco.

¿Para qué partidos? Algún día explotará una supuesta democracia tan torcida.

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