Colegio grande, infierno chico
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El José Celestino Mutis empezó a operar desde 2009 a pesar de que no ha sido inaugurado formalmente. Aún le faltan teléfonos, agua potable y resolver el problema del aire contaminado que emite el botadero Doña Juana, a menos de dos kilómetros del mega-colegio distrital. Fotos: Laura Rico Piñeres |
En uno de los barrios menos desarrollados de Ciudad Bolívar hoy existe un colegio público tan grande y tan moderno que quienes lo conocen lo comparan con el Colegio Nueva Granada, uno de los privados más costosos de Bogotá. Se trata del José Celestino Mutis, que abrió sus puertas en julio de 2009.
Es uno de los 40 mega-colegios públicos construidos en los últimos cinco años por la Alcaldía de Bogotá con una infraestructura moderna, cómoda y amplia que incluye bibliotecas, ludoteca, sala de computadores, áreas verdes y deportivas que compiten con cualquiera de los colegios privados ubicados al norte de la ciudad. Solo tiene un problema: queda a 1.200 metros del basurero de Doña Juana y además, no tiene agua potable.
Los habitantes del Mochuelo están felices con el nuevo colegio. La vieja sede era una casa construida por los propios habitantes del barrio, a 300 metros de Doña Juana, donde había más pulgas que estudiantes y moscas tan grandes que los niños las llamaban ‘uvas pasas’. La conjuntivitis y los virus estomacales eran el pan de cada día entre los niños de la escuela que se hacinaban junto con sus profesores en cuartos sin ventanas.
Desde que se abrió el nuevo colegio, la vida de los 1.400 estudiantes del Mochuelo Bajo y de otros barrios de Ciudad Bolívar ha cambiado radicalmente. En el antiguo colegio no había laboratorios, sólo había diez computadores para 900 estudiantes, y el único sitio para jugar era una cancha del barrio que compartían con los demás vecinos. Junto a este panorama, el que el colegio haya sido construído al lado del basurero poco les importa. En todo caso, está un poco más lejos del botadero y de las ladrilleras que la vieja escuela.
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"El problema no es colegio, sino el relleno. Nosotros aún no conocemos los estudios sobre la contaminación del aire", dice Edelmira Rojas, rectora del colegio desde 2000. |
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"En general el aire de Bogotá es muy contaminado. Sin embargo, estamos mitigando el aire de Doña Juana, una zona donde no había pájaros ni flores", dice Marcos Cortés, arquitecto del proyecto. |
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"El colegio anterior quedaba en un chircal y a 300 metros de Doña Juana. Construimos en el único lote disponible más lejano al botadero", dice Carlos Benavides, arquitecto y Coordinador de la Oficina de Planeación de la Secretaría de Educación. |
“Acá el olor sigue, pero abajo se concentraba. El ambiente está mucho mejor”, dice Edelmira Rojas, la rectora del colegio José Celestino desde 2000. Como muchos otros del Mochuelo, está habituada al olor nauseabundo de Doña Juana.
“O dejábamos a los niños con las moscas o tomábamos una acción de riesgo que fuera viable”, dijo Carlos Benavides, arquitecto y coordinador de Planeación de la Secretaría de Educación a La Silla Vacía. Él insistió que el lote era la mejor opción dada por el consultor contratado inicialmente por el Distrito.
Sin embargo, los problemas ambientales que enfrenta el colegio son reales y preocupantes.
El infiernito
Desde finales del año pasado, el Hospital Vista Hermosa, que opera como autoridad ambiental en Ciudad Bolívar, advirtió a la Secretaría Distrital de Educación sobre la necesidad de vigilar el agua del Acueducto Veredal Aguas Calientes, que surte al mega colegio y a los 4.000 habitantes del Mochuelo Bajo. Este barrio es uno de los pocos de la ciudad al que no llega el Acueducto de Bogotá.
La falta de agua apta para el consumo humano, como lo ratificó por última vez la Secretaría de Salud en enero de este año, es sólo uno de los problemas que enfrenta el colegio. El aire malsano y penetrante de la basura de Doña Juana se suma al humo de las ladrilleras que día a día se respira. Este problema existe desde hace treinta años en el Mochuelo Bajo, pero a nadie le importaba. Ahora que el distrito ha hecho una gran inversión en el colegio, Carlos Fernando Galán, concejal de Cambio Radical, ha denunciado este caso en el Concejo y la Alcaldía se ha visto obligada a responder. (Ver denuncia)
Como el agua no se puede consumir, Cafam, la caja de compensación que atiende el comedor del José Celestino Mutis, tiene que llevar agua embotellada y comida preparada en sus plantas de tratamiento para evitar la enfermedad de los estudiantes.
“Desde el jueves de la semana pasada estamos en un plan de contigencia”, dijo Luis Carlos Ávila, jefe de comedores de Cafam a La Silla Vacía. “Hasta que el distrito nos autorice por escrito a usar el agua del acueducto Aguas Calientes, usaremos botellones de agua cristal”.
Además de la estrategia de Cafam, la Secretaría de Educación ha tenido que llevar carrotanques del Acueducto de Bogotá para surtir al colegio, mientras la Secretaría de Salud da su último veredicto sobre el estado del agua del acueducto veredal. Si el agua definitivamente no es apta, la Secretaría de Educación tendrá que invertir más dinero en este colegio para adecuar el acueducto Aguas Calientes.
Del problema del aire aún no se sabe nada, a pesar de que en diciembre el concejal Galán le exigió al Distrito que mitigara el impacto del aire contaminado por Doña Juana, basando sus argumentos en un estudio de la Universidad del Valle en el cual se sugería no construir un colegio a menos de dos kilómetros de Doña Juana.
En defensa del proyecto, los arquitectos de la obra aseguran que el aire se mitigará una vez crezcan los árboles que ahí han plantado: unos que emiten olor y otros que espantan a las moscas. Además, aseguran que en quince años la zona será otra pues para entonces, según el Plan de Ordenamiento Territorial (POT), Doña Juana será un parque.
A pesar del optimismo de la Secretaría Distrital, los interrogantes en torno a la ubicación del colegio se han incrementado por otras razones adicionales. El lote costó casi 370 millones de pesos, cuando realmente debía costar 63 millones. "El sobrecosto del lote", como lo ha llamado la Secretaría de Educación, se originó en un avalúo falso de 2005 que sólo hasta 2007 fue investigado por el Zar Anticorrupción de la Presidencia, muy tarde ya, con las obras iniciadas.
Por cuenta de esa venta sospechosa están siendo investigados cuatro funcionarios de la Secretaría de Educación del Distrito, entre ellos su ex secretario Abel Rodríguez, y uno de los subsecretarios, Ángel Pérez. Para Juan Felipe Pinilla, especialista en derecho urbano, la compra de lote evidencia un problema central de Bogotá: la descordinación entre las instituciones del Distrito cuando se trata comprar suelo urbano para satisfacer grandes proyectos de educación o de vivienda de interés social.
Lo que el viento se llevó
Estos lunares han opacado el proyecto político más importante de los últimos gobiernos del Polo en Bogotá: la remodelación y creación de establecimientos educativos dignos, competitivos e incluyentes en las zonas más deprimidas de la ciudad. Desde 2003, se han generado 650 mil metros cuadrados de colegios públicos que han puesto a Bogotá como ejemplo latinoamericano en construcciones de calidad y sismo resistentes.
Este colegio es sólo uno de los 40 colegios públicos nuevos y 177 planteles reconstruidos o adecuados que le han mejorado la calidad de la vida a los niños y jóvenes de los barrios más necesitados de 17 localidades de Bogotá. Hoy 775 mil niños estudian gratis en la ciudad y más de 670 mil también reciben alimentación. Además, cerca de 49 mil niños van en bus al colegio por cuenta de la Secretaría de Educación.
“La escuela se abrió a la ciudad y ahora ayuda a construir ciudad”, dijo Marcos Cortés, otro de los arquitectos del colegio José Celestino Mutis a La Silla Vacía, convencido de la importancia que tiene este colegio, a pesar de las preguntas ambientales y del gasto público que siguen en el tintero.
“Yo tomé la decisión de hacer ese colegio para evitar que en el futuro un niño del Mochuelo sea un atracador. Era un caso muy difícil que teníamos que hacer viable”, dijo Cortés, convencido del poder de transformar la ciudad que tienen los arquitectos.
Solo falta mejorar los demás colegios que ya existen, ya que por experiencia propia sé que no tienen los espacios necesarios para el buen desarrollo de la actividad académica, incluida dentro de esta la existencia de zonas verdes y espacios deportivos. una vez el problema de infraestructura haya mejorado se puede empezar a pensar en elevar la calidad académica, que es bajísisma; pero hay que destacar que ese es el primer y más importante paso para cambiar la sociedad, es en el rubro de la educación en que hay que prodigar recursos.
Impresionante la obra, hacer arquitectura pública de esta calidad es cada vez mas difícil.
En cuanto a la polémica si es que la hay, habría que quitar todo asentamiento humano a la redonda y eso es imposible, queda entonces mejorar las condiciones actuales e acelerar acciones ambientales y técnicas sobre el botadero que es el problema que alega el concejal PARACAIDISTA. Me imagino que la bancada de Cambio Radical hubiese preferido que el contrato se le adjudicara a OPAIN o a el Grupo Nule.
Celia: muchas gracias por estos aportes. ¿Existe un estudio al que nos puedas apuntar donde se documenten todos los hechos que relatas en estas entradas? Gracias.