Por: Casa de las Estrategias.
Académicos como Jorge Giraldo y Gustavo Duncan han llamado la atención sobre la importancia de la transición entre el contrabando y el narcotráfico para entender el surgimiento de un negocio que en Colombia es muy violento.
Estuvimos conversando con un ex contrabandista que vivió el comienzo del negocio del narcotráfico en Medellín, primero mariguana, luego cocaína. Él se retiró del contrabando cuando dos amigos y colegas cercanos se metieron al narcotráfico.
Recuerda a un italiano que vivía en Panamá y que era su socio cuando le dijo que intentaran con la cocaína una sola vez. Era una época anterior a Nixon, donde las autoridades colombianas no entendían del negocio, no tenían las categorías para juzgarlo, pero igual no quiso. En las razones, y según los años, parece verdad, fue más un código moral que un asunto de riesgo y de costo-oportunidad.
En este personaje hay un profundo estigma por “las drogas”. Cuando se refiere a drogas este señor ya entrado en los 60 años, está hablando de unas sustancias inmorales donde no entra el licor. Cuando le preguntamos por el whisky que traía de contrabando, nos explica que no era ninguna droga, sino como un ron o un aguardiente fuerte. Pero las drogas, las drogas eran otras cosas, “la mariguana pone agresivo”, “la cocaína hace matar” y “hay drogas que se utilizan para violaciones”.
Por eso nunca quiso traficar con drogas: “nuestro crimen era contra el Estado, era sólo de evasión de impuestos, no contra la sociedad.”
¿Y la violencia?
“Más había muertes entre contrabandistas por mujeres o por enredos que por negocios.” Aunque ellos tenían un famoso guardaespaldas que era Ramón Cachaco, uno de los profesores de Pablo Escobar (otra historia), es muy claro el entrevistado en decir que esto era para cuidarse de extorsionistas y secuestradores más que de contrabandistas.
Cuando le preguntamos entonces por qué es tan violento el narcotráfico, él responde de inmediato que por las ganancias exageradas. Nosotros, como buenos alumnos de Francisco Thoumi, nos separamos de esa lectura descriptiva y vivencial y seguimos indagando hasta encontrar una descripción más interesante: un asunto de clase.
Indagando en la entrevista encontramos una vivencia maravillosa que describe la Medellín de los 60’s y los 70’s donde las familias más poderosas y prestigiosas eran contrabandistas o se aliaban al contrabando. Esto hacía que la relación con las autoridades de los contrabandistas tuviera corrupción, coimas o sobornos, pero no se limitara a esto, también eran las relaciones connaturales de la elite con las autoridades.
De esta forma vamos descubriendo que la desconexión del contrabando no llegó a tal desconexión con instituciones sociales y estatales como las que alcanzó el narcotráfico. El trámite y la mercancía era atacada, pero los sujetos no porque eran los mismos que sostenían la economía y la política. Por lo tanto, ante un desacuerdo, encontraban formas de consenso y, ante una agresión o amenaza, podían acudir a la Policía o incluso poner una denuncia por delitos ligados a la violencia y no al contrabando.
Aunque no tendría que ser natural, hoy es imposible pensar en un narco poniendo una denuncia sobre otro por tentativa de homicidio o amenazas.
¿Cuestión de clase?
El negocio del contrabando era un negocio en el que clases medias y altas invertían y aprovechaban relaciones en el exterior para comprar, y en lo local, con clases medias y clases altas para distribuir. La confianza, nos dice el entrevistado, jugaba un papel muy importante y había una libre competencia.
Pre-estatal o a partir de las fragilidades de un Estado, el negocio del contrabando aparece como uno que sigue varios parámetros liberales, pero también como cualquier negocio, tiene una condena de clase, hacerlo es para los que pueden, es decir, para los que tienen. En nuestra conversación con el ex contrabandista nos dice que alguien de clase baja “no tiene los contactos, ni el capital inicial.”
De esta manera, hubo unos narcotraficantes, inclusive al principio, que compartían el grupo social con los contrabandistas porque tenían un capital inicial para invertir, tenían las conexiones y el roce social. Seguramente los Ochoa y posiblemente los Rodríguez Orejuela hicieron parte de ese grupo.
Hemos rastreado acá una historia en la que Escobar aprendió del contrabando luego de ser criminal (concretamente asaltante), vinculando a varios de ellos al negocio y absorbiendo así la información sobre rutas, comunicaciones, corrupción inicial (tipo aduanera) y formas de relaciones internacionales.
La siguiente escena tiene lugar en Envigado, donde se desarrolló la comunicación y el símbolo con al que se sometió en Antioquia a los narcotraficantes que venían del contrabando y como una revolución de clase dentro del narcotráfico: donde antes había un inversionista del narcotráfico, apareció un matón o gatillero, sacando del negocio a las clases medias y altas.
Este escenario fue esencial para aislar aún más a Escobar de la sociedad (ponerlo en contacto más con el gueto) y ponerlo irreconciliablemente contra el Estado, pero lo importante es que es la más nítida escena del matrimonio, a partir de entonces, indivisible, entre violencia y clases bajas en el narcotráfico.
A diferencia del contrabando, en el narcotráfico se podía pasar de ser chofer o guardaespaldas a un poderoso líder, incluso en el contrabando no estaban dados los incentivos para la traición o para matar al jefe. El contrabando tendía a ser más un negocio tradicional que se puede, inclusive, heredar, y, más importante aún, es bastante compatible con una transición hacia la legalización.
Ilustración: Camilo Uribe.
¿Cuestión de valores?
En esta entrevista con un antiguo contrabandista, que como el mismo nos dice, pudo haber traído más Marlboro que nadie en Medellín, vemos un gran estigma en contra de la droga que obligaba una importante transgresión.
Adicionalmente, en la historia de este hombre vemos un desinterés por el reconocimiento y ningún afán de reivindicación, lo que presenta un marco psicológico de carreras menos obsesivas y pulsiones menos insistentes que las de los narcotraficantes. No sólo el marco psicológico permite parar de contrabandear, sino que como es un negocio sin enemigos y sin víctimas (como tendería a ser un tráfico), en su estructura misma se puede cerrar igual o más fácil que cualquiera, incluso es un negocio de empresas fantasmas (sin nomina, sin instalaciones reales y de transacciones cortas).
El narcotráfico implica la transgresión o negación de muchos valores. Este hombre que se pudo retirar del contrabando nos cuenta la anécdota diciéndole a su hijo que era imperdonable robar o pegarle a las mujeres y que el único problema que no tiene solución es la muerte. No habíamos notado hasta esta entrevista, viéndonos abocados a la comparación, que en el narcotráfico hay bastantes robos (de mercancía, de dinero, de propiedades, de rutas) y que hay algo más grave que la muerte o algo más valioso que la vida y es el respeto o una forma de respeto, a la que también le llaman honor esos hombres distorsionados que creen poder ser dueños de todo.
El narcotráfico fue tomado por los gatilleros, por los criminales violentos, y nunca fue lo que pudo ser (un negocio irregular con salidas).
Buen argumento sobre la probable relación entre clases sociales y el desarrollo del fenómeno. Siempre interesantes sus escritos.