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Miércoles Septiembre 27, 2023

Blogoeconomía

De la mano negra a la mano invisible: opiniones y provocaciones de un grupo de economistas académicos.

Este es un blog a cargo de David Bardey, Juan Camilo Cárdenas, Marcela Eslava, Leopoldo Fergusson, Marc Hofstetter, Andrés Moya, Oskar Nupia, Catherine Rodríguez, Jorge Tovar, Rafael Santos y Hernando Zuleta. Todos son profesores de la Facultad de Economía de la Universidad de Los Andes.

Las opiniones expresadas por los autores se hacen a título personal y no comprometen el nombre de la Universidad de los Andes ni al grupo de Blogoeconomía como un todo.

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Por Marcela Eslava
 
Hay en esencia dos formas, no excluyentes entre sí, de hacer políticas para el desarrollo empresarial. Una consiste en crear condiciones que estimulen la inversión en nuevos negocios y en la expansión de los existentes, dejando que la iniciativa empresarial misma, que tiene todos los incentivos para buscar los negocios con mejores perspectivas de crecimiento, identifique las actividades específicas en que se debe invertir. Entre muchos ejemplos posibles de este tipo de estrategia están reducir los trámites necesarios para crear un nuevo negocio, mejorar el acceso a crédito, asegurar la estabilidad del marco legal dentro del cual se desarrolla la actividad privada. Una segunda posible vía para impulsar la actividad privada está en tratar de proteger actividades específicas, bien porque atraviesan por un mal momento, bien porque de alguna manera se consideran de interés estratégico para el desarrollo de la economía. El otorgamiento de subsidios o créditos del gobierno a sectores específicos son ejemplos clásicos de este enfoque de la llamada política industrial. El gobierno Uribe se ha caracterizado por una tendencia a favorecer las políticas dirigidas, una lógica consecuencia de su insistencia en solucionarle a cada quien sus problemas en lugar de pensar la política económica como un todo.
 

 
La política de desarrollo dirigida a sectores específicos tiene varios problemas. El primero es que los subsidios y otras ayudan incrementan la rentabilidad relativa de las actividades a las que se dirigen, comparada con la de otras. Así, se desincentiva la inversión en actividades alternativas, algunas de las cuales bien pueden ofrecer a la economía mejores perspectivas de crecimiento. Lo anterior seguramente no sería problemático si las actividades impulsadas por el gobierno fueran precisamente aquellas con mayores posibilidades de crecimiento. Esto nos lleva al segundo problema de la política industrial dirigida: que la elección de los sectores favorecidos es presa de dificultades tanto técnicas como políticas. Entre las primeras está que la identificación de actividades rentables pasa por procesos de investigación de mercados y tecnologías, y por ensayos y errores, que son naturales en la actividad privada pero no están en el menú de posibilidades del gobierno; a esto hay que sumarle que los recursos invertidos en estos procesos pueden ser recuperados por el empresario que luego recibe la rentabilidad de su negocio, pero no por el gobierno. Más grave, sin embargo, es que el otorgamiento de ayudas estatales a sectores específicos es con frecuencia resultado de un proceso político, con la consecuente falta de correspondencia entre la lista de sectores favorecidos y aquella de sectores con mejores perspectivas de crecimiento. Suele ser el caso que los receptores de ayudas estatales son aquellos sectores que han desarrollado una mejor capacidad de acción colectiva, reflejada en el lobby de asociaciones gremiales bien organizadas y de empresarios influyentes, sencillamente porque éstos son los que logran hacerse oir. Las ayudas del gobierno acaban así entregadas con criterios que distan de la identificación de sectores con mayor potencial de crecimiento. Cuidado entonces con la política industrial; la tendencia a “sectorializar” la política de desarrollo acaba yendo en detrimento del desempeño de la economía en el largo plazo.

Comentarios - Cada usuario tiene la posibilidad de incluir solo tres comentarios
Lun, 2009-04-06 14:15

Muy bien sus análisis sobre la industria y sobre los subsidios orientados, bajo el gobierno de Uribe, hacia exclusivos sectores y muy poca democratización de los mismos. Pero hace falta la parte de los salarios para los trabajadores y las garantías laborales que, bajo Uribe, se disminuyeron enormemente hasta el punto de decretar que la noche empieza a las 10 p.m. y. a pesar de ello, no se creó un sólo empleo.

Dom, 2009-04-05 20:16

Las ayudas dirigidas a sectores específicos sí tiene sentido en los casos en los cuales dicho sector produce externalidades positivas. Es decir, cuando comparado con otras, la correspondiente actividad genera un beneficio social adicional al generado al productor. ¿Tal vez el Gobierno de Uribe ha tenido dicha lógica en cuenta al asignar beneficios a determinados sectores?

Dom, 2009-04-05 21:48

Mel
Muy pertinente el comentario, que apunta a razones válidas para justificar la política sectorial: la existencia de fallas de mercado que se buscaría solucionar con la intervención del gobierno. En cuanto a la pregunta de si la existencia de externalidades positivas sobre otros sectores es la que ha guiado la asignación de subsidios y similares en los últimos años, ese no parece ser el caso. La lógica parece ser más bien la de protección a sectores en problemas por distintas razones (flores y banano con la revaluación, carros con la crisis). Si bien hay argumentos para posiblemente justificar aún esta lógica, preocupan dos cosas en la línea de lo que expongo en el artículo: 1) el desdeño por los efectos sobre el crecimiento de largo plazo, 2)que los receptores son los que más "ruido" pueden hacer (es decir, los de mayor poder político). Marcela Eslava

Sáb, 2009-04-04 22:14

Muy bueno su comentario. Sería interesante saber si por ejemplo una industria como la del etanol podría haber despegado sin subsidios.O la de la palma. Me parece que Estados Unidos da muchos subsidios a su sector agrícola y que eso le ha permitido proteger el sector. Seríamos competitivos en algunos rubros si el gobierno no los subsidiara?

Dom, 2009-04-05 21:43

Si bien la dificultad de arrancar un negocio está ligada a una falla de mercado y se abre entonces espacio para políticas que la solucionen, en este caso no me parece claro que las políticas sectoriales sean la mejor respuesta. Siguiendo mi discusión en el artículo, parecería que la protección de sectores emergentes puede hacerse con menor daño colateral a través de políticas generales de incentivo a las empresas nacientes, sin escoger los sectores que el gobierno cree deben desarrollarse. También aprovecho su comentario para subrayar la diferencia entre competititividad y productividad. La primera equivale a poder competir, aún si es porque estando subsidiado un negocio logra sobrevivir sin ser productivo. El problema es que este escenario lleva a la pregunta de si esa competitividad es sostenible y a qué costo fiscal y de crecimiento (por los desincentivos al esfuerzo productivo que implica la protección). Marcela Eslava

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